¡Jálalo que es pargo! * Que viva el amor… con seguridad

  • Que viva el amor… con seguridad

Por Jacko Badillo

Las bodas masivas organizadas por los gobiernos estatal y municiples, en el marco de la celebración del Día del Amor y la Amistad, sin duda es una magnífica idea que beneficia a los desposados no solamente por el hecho de que les permite ahorrarse el gasto que les representaría el hacerlo de la forma tradicional, sino por la certeza jurídica que brinda a los matrimonios el contar con el acta.

Como promotores permanentes del bienestar de las familias, sobre todo de quienes además de pobreza padecen marginación y abandono, nos da gusto que prácticamente en todo el territorio guerrerense se lleven a cabo este tipo de eventos, en donde parejas de todas las edades,incluso algunas que ya tienen años viviendo juntos, con hijos y hasta nietos, deciden formalizar su unión ante la ley de los hombres.
Indudablemente que ello contribuye a fortalecer la unión familiar en los hogares y dentro de nuestra sociedad la tan anhelada reconstrucción del tejido social; qué bueno que nuestras autoridades se preocupen por ese tema y hasta se pongan «bellos» con los tocados, anillos, regalos, pastel y hasta la música para el bailongo, entre otras cosas. El paso que dan las parejas lo amerita.
Ese respaldo jurídico sellado con el amor, debe ir aparejado con otros satisfactores que por ley nuestras autoridades están obligadas a proporcionar, entre ellos los servicios públicos elementales, oportunidades de empleo e ingreso digno y, sobre todo en estos tiempos, la necesaria seguridad. Todo, con base en políticas públicas bien estructuradas y correctamente aplicadas.
La fórmula es sencilla: Seguridad jurídica en los hogares, seguridad pública en las calles.
¿Es posible lograrlo? ¡Por supuesto! Nunca como ahora se habían visto las grandes transformaciones que desde el nivel federal se están experimentando, y en donde los ciudadanos, desde la sociedad civil o la trinchera en que nos encontremos, tenemos mucho que aportar. Vamos bien. En Acapulco es posible lograrlo.
Mientras tanto… ¡Jálalo que es pargo!

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