• ¿La violencia empieza en casa?
Por Alfredo Guzmán
Admito ser un violentador de mujeres y asumo que estoy cambiando.
En el inicio de mi texto, pareciera que estoy en tribuna de AA, pero no lo es. Aunque debiera ser.
Hay quien supone que chango viejo no aprende maroma nueva, pero siempre es posible cambiar.
Todos los hombres de una u otra manera tenemos un pasado violento en casa.
Somos educados a ser violentos, para defendernos, al menos esa es la justificación del padre. Nuestra formación parte de una visión machista.
El problema es cuando trasladamos esa violencia hacia las mujeres con las que tenemos relación.
Los últimos acontecimientos ocurridos contra varias mujeres violentadas y asesinadas, me alarma.
Recién vi una serie que me hacía enojar. Reclamaba sin decirlo, varias actitudes que observaba. En el fondo, nunca quise establecer que lo que me molestaba, era el reflejo que veía de situaciones y actitudes personales que realizo. Hoy lo reconozco.
Claro que reconocer que uno es violento, no significa que ya no lo será. Pero es un buen principio.
La serie a la que me refiero se llama MAID en Netflix. Alex, madre soltera, se dedica a la limpieza de casas para sobrevivir, luego de haber huido de su hogar, para escapar de una relación abusiva y luego de muchos conflictos y actitud, logra su sueño de estudiar y buscar un futuro mejor para su hija Maddy.
Mi padrastro, era tan violento que una vez lo tuve que detener con un filoso cuchillo en la panza, el cual iba a hundir, si se hubiera puesto giro, luego de que llegué a casa y observé a mi madre llorando y una marca de sangre en la pared.
Santo remedio. Al menos, nunca la volvió a golpear físicamente.
Atreverse a marcar distancia de las violencias que nos atraviesan es complicado.
La violencia no es privativa de gente pobre. Los ricos, también lloran, decía la telenovela y matan.
El problema, no sólo es la violencia física, sino la verbal, esa que no deja huella física, pero que se mete en el cerebro y es más dañina. Pero hay violencia económica, sicológica y la más dura que utiliza como chantaje a los hijos.
Una vez una persona, me dijo que si yo quería sobresalir, tenía que salir del hoyo donde vivía. Nacer en barrio pobre, marca. Distingue, porque uno quiere establecer que los de ahí, somos malos, o chingones.
Mi abuelo vivía en Tepito, yo en la colonia Pénsil, y me paseaba por Polanco, Santa Julia, la Argentina, Tacuba y anexas, derramando lisura.
De joven era amigo de carteristas, secuestradores, asaltantes de camiones de valores, sicarios y distribuidores de armas y drogas.
Hace un año regresé al Distrito Federal a una fiesta de un amigo al deportivo José María Morelos y Pavón y las mesas estaban distribuidas por giros. Me dio miedo.
Con esa historia, cómo podría no ser violento. Las cosas en mis tiempos, se resolvían con un trompo (golpes) y si subía de tono, pues unos balazos o unos piquetes.
Hoy, muchos de mis amigos están muertos o pasaron por el penal. Siempre buscábamos ser parte del barrio, e identificarnos con los más gandallas.
El tema es que los hombres debemos reeducarnos y asumir que nuestras violencias son herencias nocivas de padres, que no fueron educados para ser padres. Incluida nuestra madre, que fue educada a ser sumisa y a cumplir responsabilidades del hogar, que castran, que violentan.
Hay que establecer que las violencias son elementos que encubren muchos traumas, formaciones equivocadas, visiones torcidas.
Pero atacar a las mujeres, por eso, es un delito grave. Los feminicidios y la violencia contra ellas, debe ser detenida y los culpables, sancionados.
En esto, las autoridades tienen mucho qué hacer. Deben tener capacidad de observar los delitos desde una visión amplia y no machista. O sea desde una visión de género. Que en mi caso, ha sido complicado entender, pero ya empecé.
El problema es cuando la violencia llega, no es fácil detenerla. Nos absorbe y nos come.
Porque es parte de nuestra forma de vida.
La violencia, casi siempre llega desde la visión machista. La mujer, se defiende para sobrevivir.
En mi vida nunca he golpeado a una mujer físicamente. Aunque con palabras sí. Lo reconozco, pero camino en busca de cambiar mis conflictos y evitar dañar más.
En eso estoy. ¿Y tú cuándo empiezas?