- ¿Un fantasma recorre al Conacyt?
Por Alfredo Guzmán
Observo que hay una estrategia de descalificación social, para todo aquel que no acepte lo que el presidente de México Andrés Manuel López Obrador, opine.
En ocasiones pienso que externar mis pensamientos, puede promover que me estigmaticen y me acusen de alta traición a la Patria. Y me da miedo.
Hay indicios de que quienes piensan son elementos nocivos para la nueva época política en el país.
Mientras más ignores, serás digno de ser parte de la nueva ola social, que se apodera del país.
No preguntar, no cuestionar, no criticar, seguir a pie juntillas lo que te digan sin chistar y sobre todo aceptar y aprobar las determinaciones del poder, que emana de la 4 T.
De ser miembro honorario por nacimiento en un cinturón de miseria, de la clase social menesterosa, luego de haber nacido en Prolongación Moliere, pero después de la vía del tren Ferrocarril de Cuernavaca, en la Ciudad de México, que ya se llama lago Cupatitzio, fui escalando, por méritos propios a lo que se le conoce como clase media.
Tardé casi 40 años en lograrlo. Hoy que mis tres hijas y un varón, han terminado sus carreras universitarias, cosa que a mí me costó mucho trabajo, tienen una casa pequeña, pero propia y con un espíritu aspiracional, caminan por la vida, con otra perspectiva.
Regreso a mi barrio y la cosa es igual. Quien no es drogadicto, ladrón, ha estado en la cárcel, ya murió por la violencia de vivir ahí en la colonia Pénsil, colonia colindante con Tacuba, Anáhuac, Santa Julia y Argentina, lugares que en ocasiones han tenido el mérito de ser colonias con el más alto índice de violencia y muerte en el antiguo Distrito Federal.
Mi primera incursión en la política, es a los 22 años en el Partido Comunista Mexicano (PCM) ya en Guerrero y aprendo a ser crítico y autocrítico.
Hoy que observo y leo un documento emitido por las autoridades del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), me espanto, porque poco a poco como entra la humedad y nos invade, nos han venido copando. Amagando.
No sé si la democracia esté en peligro, pero me ocuparé de este evento, críticamente.
Hoy, que leo que el ex director del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), fue cesado por haber opinado y defendido a los 31 investigadores, acusados de delincuencia organizada, me empiezo a alarmar.
De inmediato toma relevancia un documento interno, que tiene dos semanas circulando donde la dirección del Conacyt, reconviene a todos los trabajadores en su código de ética.
En el inciso K (Identidad institucional) hay varias perlas para rescatar.
- Abstenerse de emitir comentarios u opiniones negativas o desfavorables sobre las políticas o programas del Conacyt en el desempeño de tus funciones.
- Abstenerte de publicar y de anunciar a la ciudadanía información por escrito o en formato electrónico, así como de pronunciar discursos, conceder entrevistas o hacer apariciones públicas en nombre o como representante del Conacyt, sin la autorización del área de Comunicación Social.
- Sé prudente al emitir opiniones en tus redes sociales y procura preservar la integridad de la imagen institucional.
Se entiende que las medidas recientes, tienen que ver con el objetivo de amedrentar a los investigadores de cátedras que ingresaron en la administración anterior, para que dejen de publicar opiniones sobre las irregularidades y atropellos que realizan las autoridades de la institución.
Quien opine mal, es sacado de la nómina laboral.
Cualquier excusa es buena, para intimidarlos y en caso extremo, hacerlos que firmen su renuncia.
La denuncia contra los 31 investigadores, puede tener su origen, en este mismo código de ética, que recién se ratificó y se envió a todos los centros de investigación, donde hay trabajadores de Conacyt, para que lo firmen y ratifiquen. Hay resistencias.
El miedo, terror, amenazas, recorren los pasillos de la institución en todo el país.
Imaginemos si la ciencia es amenazada de esa manera, cómo buscarán amenazar a quienes opinen diverso, aunque sean cualquier hijo de vecino.
Hay un ambiente de crispación y amago a quienes no acepten como válidas las determinaciones del poder y sobre todo, piense diferente al presidente de México.
Quien critique a la directora María Elena Álvarez-Buylla, debe recibir su castigo. Así empieza el fascismo.
Eso es lo novedoso hoy y no me agrada.
Reclamo libertad de expresión y mi derecho a opinar. Aunque no sea del agrado de los demás.