• Un sismo de 7.1 grados
• Zozobra, temor y miedo
De Julio Ayala Carlos
EL MIEDO, LA ZOZOBRA Y EL TEMOR no es para menos. Y es que un terremoto como el del martes en la noche, no fue cualquier cosa. Y es que todos sabemos lo que causa uno de éstos: destrucción y muerte. De eso, bien que lo saben los guerrerenses.
Precisamente por eso es que a más de 24 horas del ocurrido el del martes, a las 20 horas con 47 minutos, con una intensidad de 7.1 grados, con epicentro a 14 kilómetros al sureste de Acapulco, los propios acapulqueños como los habitantes de Chilpancingo, aún están con temor, zozobra y miedo.
¿Miedo? Sí a que vuelva a ocurrir otro sismo de igual o mayor intensidad, y con ello se llegue a perder la vida, que aunque en las rancheras y corridos cantamos que la vida no vale nada, diría José Alfredo Jiménez, nadie quiere perderla.
Sí. Fue una noche larga. Una noche de temor, de miedo, la del martes pasado; fue de esas noches en que nadie quería entrar a su casa, a pesar de que siempre ha sido el mejor refugio y lugar seguro. Fue una noche de oración y de plegarias para otros, tras el sismo.
En efecto, pocos creían que su casa, era el lugar más seguro. No en vano, durante las sacudidas, muchos, mucha gente salió corriendo, ya a la calle, o al patio de su casa para un mejor resguardo, ante el miedo de que su vivienda se derrumbara.
Muchos más, como en Acapulco y Chilpancingo, donde el sismo se sintió con mayor fuerza, durmieron fuera de sus casas, en el patio de éstas.
En suma, la noche del martes fue una noche de terror y miedo, ante otro sismo que ocasionara lo peor. Y la de este miércoles, ni se diga…
Es cierto, hacía tantos años que no se sentía tan fuerte un temblor. Hacía tanto tiempo que no sentíamos que nos llegara el miedo de repente, en unos segundos. Tanto tiempo hacía que no sentíamos que podíamos perder la vida como consecuencia de un terremoto.
Y es que hay quienes señalan que el del martes, fue más intenso que el del 85.
Estuvo refiero, dirían los calentanos.
A propósito, parece que a los temblores, a los sismos, a los terremotos, les gusta septiembre. Mire usted: el sismo de 1985, que devastó a la hoy Ciudad de México, fue el 19 de septiembre. En el 2017, se registraron otros dos más. Uno precisamente el 7 de septiembre, y otro el 19 de septiembre. Y bueno, el de la noche del martes 7 de septiembre.
Por fortuna, hay que decir que los daños del terremoto fueron mínimos en comparación con otros. De acuerdo a los reportes del gobierno, una persona perdió la vida en el municipio de Coyuca de Benítez. Un poste le cayó encima.
En Chilpancingo y Acapulco, principalmente, sólo daños materiales. Una barda de Casa Guerrero, la que fuera casa de los gobernadores del estado, se derrumbó, y un edificio de un complejo de viviendas del Infonavit, tiene hoy cuarteaduras, por lo que quienes las habitaban abandonaron el inmueble.
Hay también daños menores, como cuarteaduras, en diversas viviendas de colonias populares. En fin, daños materiales.
En Acapulco, muchos autos dañados, al caerles material de desprendimientos de edificios. La barda de una escuela se derrumbó, y también diversas casas resultaron afectadas.
Asimismo, la autopista del Sol resultó con derrumbes en varios de sus puntos, y accidentes diversos, lo mismo que la carretera federal Chilpancingo-Acapulco, así como la avenida Escénica del puerto.
Hay que decirlo. Siempre ha temblado. Sin embargo, cada vez es con mayor frecuencia. Parece que la Tierra nos está diciendo algo. Y cómo no, si los humanos, como especie, somos los que más la hemos dañado, los que más la hemos destruido.
Hay quienes señalan, y más los que profesan alguna religión, que estamos en los últimos tiempos.
Usted, saque su conclusión.
Lo que sí es cierto es que al igual que la noche del martes, en la noche de este miércoles también hay temor, ante lo que podría ocurrir una réplica de gran magnitud, aunque en 24 horas se han registrado más de 200 temblores pequeños.
La sombra del sismo de 1985, ronda en los recuerdos de los más viejos.
Ah, y el presidente de la República, el disque presidente más humanista del país, ni sus luces…
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