Zona Cero

  • Chilpancingo en duelo

Por Roberto Santos

Hoy fue sepultado Martín Roberto Ramírez, presidente del Patronato de la Feria de San Mateo, labor que realizaba con mucho entusiasmo y compromiso con la población de Chilpancingo.

Su muerte se suma a otras más que también duele a los capitalinos.

En la capital se vive un dolor acumulado, un duelo colectivo, un duelo social.

Chilpancingo experimenta un sentimiento colectivo de pérdida, impotencia e indignación ante las muertes que sacuden su cotidianidad y pone en entredicho el sentido de seguridad, justicia y humanidad.

Hobbes tenía razón cuando decía que “el hombre es el lobo del hombre.”

Su visión de la naturaleza humana era pesimista: los hombres no son intrínsecamente buenos ni altruistas.

Sin la intervención de un poder regulador, las pasiones humanas, como la ambición, la envidia y la codicia, los llevarían a destruirse mutuamente.

En eso coincide con Freud, para quien el ser humano no nace naturalmente adecuado para la vida en sociedad.

La cultura debe moldearlo mediante la educación y la imposición de normas, ya que, de otro modo, los impulsos instintivos pondrían en riesgo la cohesión social.

Sin duda estamos viviendo una carencia en la enseñanza de valores morales y sociales.

Y esa carencia ha evolucionado a niveles donde la violencia ha arrancado la vida de cientos de personas, convirtiendo el duelo en una experiencia compartida que se manifiesta en múltiples formas: miedo, impotencia, dolor, enojo, y resignación.

Reconocer que una sociedad está en duelo no solo implica aceptar su dolor, sino también reflexionar sobre las causas estructurales de la violencia y las soluciones necesarias para sanar las heridas.

Aquí es donde urge la intervención del gobierno federal y del abandono de “abrazos no balazos”, para que en coordinación con los otros niveles de gobierno atiendan el fenómeno de la violencia.

Para superar el duelo se requiere un proceso profundo que involucre múltiples dimensiones: emocional, social, institucional y cultural.

Pero principalmente, que paren los asesinatos.

El primer paso es aceptar que existe un problema grave y que la sociedad está profundamente lastimada.

Se deben escuchar a las víctimas y sus familias, visibilizar las historias de quienes han sufrido, y romper el silencio que muchas veces perpetúa la impunidad y el olvido.

Rescatar y honrar la memoria de los fallecidos a través de memoriales, eventos conmemorativos, narrativas públicas y proyectos educativos.

Esto para evitar que las muertes sean vistas como simples estadísticas.

El duelo no puede resolverse sin justicia, por lo que la FGE está obligada a garantizar investigaciones eficaces, procesos judiciales transparentes y castigo a los responsables.

La lucha contra la impunidad es clave para restaurar la confianza en las instituciones procuradoras de justicia.

El impacto emocional de la violencia requiere atención especializada y para ello se deben implementar programas de apoyo psicológico para víctimas, familias y comunidades, ayudándoles a procesar su dolor, gestionar su miedo y reconstruir su vida.

También a es necesario reconstruir las relaciones sociales a través de iniciativas comunitarias, espacios de diálogo, proyectos culturales y actividades que promuevan la cohesión social.

A eso hay que sumar la importancia de atacar las causas estructurales de la violencia, como la desigualdad, la pobreza, la falta de oportunidades y la corrupción.

Esto incluye políticas públicas orientadas a la educación, el empleo, la regeneración del tejido urbano y el fortalecimiento de los valores cívicos.

Es necesario cambiar la narrativa que normaliza la violencia o glorifica la cultura del crimen como las series o las canciones que destacan la narcocultura.

Esto se puede lograr a través de campañas de concienciación, medios de comunicación responsables, arte y educación que fomenten una cultura de paz y respeto por la vida.

Urge que las instituciones sean transparentes, responsables y cercanas a la ciudadanía.

Esto incluye el fortalecimiento de las policías, la justicia y los organismos de derechos humanos.

Finalmente, es necesario destacar los esfuerzos que desde el gobierno del estado y federal están dando frutos y reconocer la importancia de la sociedad para superar la adversidad.

Superar el duelo es un proceso largo y complejo.

Se requiere voluntad política, compromiso social y un enfoque integral, para construir una sociedad más justa, pacífica y solidaria.

Veremos si hay alguien que le cuelgue el cascabel al gato.

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