- Replantear la ayuda
Por Francisco Javier Flores V.
Por segunda ocasión, después de los estragos ocasionados por la fuerza de la naturaleza en Acapulco, el Gobierno de México ha respondido con un programa emergente de apoyo a la población.
Otra vez, dinero en efectivo que está siendo entregado de manera seccionada, es decir un monto inicial de 8 mil pesos para acciones de limpieza, y otra cantidad posterior que varía según la magnitud de la afectación de las viviendas.
Al menos eso es lo que se ha explicado, pues recordemos que así como hay afectaciones leves, también existen familias que lo perdieron todo.
Y ya lo anunció la presidenta Claudia Sheinbaum ayer, en su tercera visita al puerto después del huracán John, que también se entregarán paquetes de enseres, igual que la primera vez.
Todo esto es maravilloso. Sin duda, una de las acciones que marcan la diferencia entre los gobiernos de la Cuarta Transformación, y todos los que le antecedieron, que a lo mucho que llegaban era a dar colchonetas, cobijas y despensas.
Sin embargo no todo es perfecto. El espíritu humanista de esta acción gubernamental iniciada por Andrés Manuel López Obrador y continuada por la presidenta Claudia, ha sido manchado e impregnado del tufo maloliente de la corrupción.
Primero, por vivales que pese a no haber sufrido daños o que éstos fueron mínimos como goteras o paredes humedecidas, se censaron o están exigiendo ser censados y les den un trato igual que a los que verdaderamente fueron damnificados, o que incluso lo perdieron todo.
A ellos se agrega la deslealtad y corrupción de los propios encargados del censo, que aprovechando la tragedia y ante el desorden provocado por ellos mismos en la aplicación del programa, vieron la oportunidad de obtener recursos de manera ilícita vendiendo los formatos del censo, los primeros días en 500 pesos, y después en cantidades mucho mayores, situación que generó que muchos afectados hayan quedado fuera del beneficio, ya sea por no tener para pagar los dichosos formatos, o porque éstos se agotaron, pues fueron vendidos como pan caliente.
Esta situación obliga a un replanteamiento en la estrategia de ayuda a la población afectada por fenómenos meteorológicos, sobre todo en lugares como Acapulco y en general las costas de Guerrero, permanentemente expuestos a ser afectados por la fuerza de la naturaleza.
Tal vez estemos a tiempo de enderezar el camino y no se siga pervirtiendo más una acción tan noble y humana de apoyo a quien más lo necesita.