- El declive del PRI y la era de “Alito”
Por Roberto Santos
El Partido Revolucionario Institucional ha experimentado una serie de transformaciones que parecen condenarlo a una irrelevancia política cada vez mayor.
En el epicentro de esta crisis se encuentra Alejandro Moreno Cárdenas, cuya gestión como dirigente nacional está más destinada a perpetuar su poder que a revitalizar al partido que alguna vez dominó la política mexicana.
Con la maniobra realizada en la Asamblea Nacional el pasado fin de semana, “Alito” ha eliminado cualquier vestigio del espíritu antireeleccionista que históricamente caracterizó al Revolucionario Institucional.
La modificación de los estatutos internos de su partido, a pesar de ser aprobada por sus seguidores, excluyó a quienes se oponen a su gestión, revelando una preocupante deriva antidemocrática.
La concentración de poder en manos de Moreno Cárdenas augura un futuro sombrío para el PRI, con la posibilidad de reelección por dos períodos más.
Su retórica anti-corrupción contrasta con sus acciones, sugiriendo una estrategia mediática vacía más que un compromiso real con la transparencia y la renovación del partido.
Psicológicamente, las críticas de “Alito” en contra de sus enemigos, podrían interpretarse como un mecanismo de defensa basado en la proyección, donde se atribuyen a otros los impulsos que uno mismo posee pero niega.
Sin embargo, la realidad es que el PRI bajo su liderazgo parece más interesado en la supervivencia del aparato burocrático que en el bienestar de sus bases y la revitalización de su ideario político.
El paralelismo con el Partido de la Revolución Democrática (PRD) es inquietante: ambos han sucumbido a dirigencias enfocadas en acuerdos cupulares en lugar de considerar a su militancia.
Esto ha llevado al PRD a una debacle similar, mostrando que el modelo de liderazgo de Moreno Cárdenas y el de los Chuchos, está destinado a socavar la cohesión interna de ambos partidos en lugar de fortalecerlos.
En el contexto estatal, el futuro del PRI podría estar en manos de los Añorve, cuyo líder, al igual que la presidenta municipal, Abelina López, también “sueña transformar el estado de Guerrero.”
Es de pensar que Manuel Añorve y otros actores locales, esperan que la reelección de “Alito” les asegure el control del partido a nivel estatal, perpetuando así un ciclo de poder que puede llevar a más de lo mismo.
Mientras el PRI, bajo la dirección de “Alito”, enfrenta un panorama gris.
Porque su incapacidad para autocríticas y su enfoque en la consolidación del poder interno sobre la renovación ideológica podrían sellar su destino como un partido anclado en el pasado, incapaz de adaptarse a las demandas cambiantes de la política mexicana contemporánea.