- PRD, patadas de ahogado
Por Francisco Javier Flores V.
El inicio de reuniones entre los dirigentes de las llamadas corrientes al interior del PRD en Guerrero no es más que el intento de sobrevivencia de un instituto político que en nuestro estado llegó a tenerlo todo y hoy no tiene casi nada.
El poderoso partido del Sol Azteca que logró arrebatarle al PRI la gubernatura hasta en dos ocasiones seguidas, si bien con personajes que no eran perredistas, hoy languidece, a nivel nacional ha muerto y en lo estatal parece que está en los últimos estertores.
Atrás quedó ese perredismo engallado, el que llegó a gobernar Guerrero si bien con un personaje que se avergonzaba de ellos, que nació en pañales de seda y por ello a los campesinos les decía huarachudos o sombrerudos y a los dirigentes de organizaciones los tildaba de lucradores sociales.
Y luego con otro que les prestó el PRI, que solamente los utilizó, que permitió los excesos de sus familiares en el gobierno y aún al día de hoy sigue utilizando al color amarillo para sus fines muy personales, aunque quizá no por mucho tiempo, pues sus intereses han comienzado a pintarse de naranja.
El perredismo viril, combativo, revolucionario, el que ganaba con facilidad las alcaldías más importantes y la mayoría de diputaciones en el Congreso, al grado de que Ramón Sosamontes Herreramoro llegó a expresar que si el PRD postulaba a una vaca, era la misma que ganaba.
Y esa vaca por la que Sosamontes hizo el grotesco comparativo, ganó. La química Irma Figueroa Romero fue diputada federal. Por suerte para él, en ese tiempo aún no aplicaba la violencia política en razón de género y el tema no fue más allá de un chascarrillo.
Hoy el PRD ha caído a lo más bajo. A punto de la extinción los dirigentes en Guerrero hablan de refundación, de reinventarse, de salir a las regiones a consultar a la militancia, esa que siempre ignoraron y ahora resulta que se acuerdan de ella.
La realidad del PRD en Guerrero es una y no la pueden negar. Con las pocas alcaldías ganadas, las cuatro diputaciones en el Congreso local, ahí donde otrora llegaron a tener la Junta de Coordinación Política, están viendo cómo sobrevivir, cómo quedarse con los bienes muebles e inmuebles adquiridos con presupuesto estatal y federal y seguir gozando de las últimas prerrogativas que todavía les tocan.
En pocas palabras, exprimir hasta dónde sea posible los dineros del pueblo.