- Los estertores políticos de Abelina
Por Ernesto Rivera Rodríguez
Sólo eso faltaba, que Abelina le diera de patadas al pesebre, que aventara el plato donde le dan de comer, y no es por ingratitud, sino por ignorancia de los principios no escritos con los que se mueve y gira la política, y más en este país, no la de los libros fotocopiados que acaso leyó.
La alcaldesa de Acapulco ha mostrado, y desde un principio de su administración, un cretinismo autóctono de entender y de proceder en la administración pública.
Tuvo la ocurrencia de marcar los límites del municipio de Acapulco con la frase «territorio Acapulco», así como los perros marcan el suyo. Ha sido una administración de ocurrencias no antes vistas y de desaguisados políticos sin ton ni son, hasta con la misma gobernadora Evelyn Cesia Salgado Pineda, y para sentirse protegida se subió al proyecto político del entonces canciller Marcelo Ebrad Casaubon, sin que nadie la invitara, qu5é de inmediato la arropó como su alfil, su cabeza de playa no sólo para Acapulco, sino para todo Guerrero, y ella creyó convertirse en mariposa; le subió la «chet» a la cabeza. El mundo la perdió.
Pero.
El destino da muchas vueltas y en ese inter «la pirinola» marco «NO VAS» y zas, que se cae el tinglado y quedó más sola que su jefe político, en lo que para Abelina se había convertido el excanciller. Ni para dónde voltear, in extremis era su condición. La tardanza de Marcelo en determinar su futuro, en Abelina fue peor que un caos, sola en su entelequia que se había formado.
En tanto la madre naturaleza, al poner «el dedo de Dios sobre Acapulco», terminó por denunciar su gran incompetencia, arropada con un impermeable azul bajo las nocturnas y sombrías avenidas y calles de la ciudad siniestrada, presentaba el lúgubre paisaje de la hecatombe provocada por Otis…era la imagen viva de la desolación al frente de una ciudad cuyos restos le dieron la vuelta al mundo.
Cómo puede «agarrarse a la ambición de una reelección» desde los lodos que engulleron decenas de cientos de seres humanos que perdieron la vida por ese «trastorno de la naturaleza», desde los restos de una ciudad destruida, y más allá la zona suburbana y rural destrozada,
y busque irrisorismente continuar en el poder, desoyendo las decisiones del presidente de la república: «No a la reelección,» emitida en esta ciudad y puerto. O no lo escuchó, para negarse a aceptar los resultados que su propio partido Morena puso en marcha, con descalabro mayúsculo para ella: 70% de los encuestados anónima y telefónicamente dijeron, «NO» A LA REELECCIÓN DE ABELINA. Que No busqué enemigos afuera, que se vea en el espejo.
Eso es. Abelina se ha significado por su ausencia de oficio político, qué confunde con su oficio de mercader, de invasora de terrenos del ya muy disminuido parque El Veladero, antes el gran pulmón verde de Acapulco, hoy un páramo gris por su destrucción ocasionada por Otis. A eso Abelina ha recurrido como su estructura política, empobrecida por ella misma, al violentar infamemente el medio ambiente, y engañar a una porción de acapulqueños sometidos a sus caprichos, so pena de usar sus instrumentos de represión para mantenerlos controlados. No hay nada más injusto en el quehacer político qué usar a la ciudadanía para lograr fines aviesos para intereses personales. Eso es y ha sido siempre Abelina.