- El hotel Los Flamingos, de luto
Carlos Ortiz Moreno/Expresiones Guerrero
Hoy ha muerto Adolfo Santiago González, uno de esos personajes que vivió y sobrevivió aquella época de Oro de este Acapulco que parece estar muriéndose poco a poco. “Fito”, como era conocido por sus cercanos, fue el heredero de ese histórico Hotel Los Flamingos, escondite de aquella legendaria Hollywood Gang (Pandilla de Hollywood).
Oriundo de San Miguel Tlacamama, Oaxaca, vio por primera la luz de vida el 29 de agosto de 1933. Fue el primero de tres hijos del matrimonio integrado por don Aristeo Santiago Aguilar (músico) y doña Alejandrina González Fabiel, ama de casa, a quien perdió cuando apenas tenía cinco años de vida.
Adolfo vino al puerto de Acapulco en 1949 para ser sometido a un tratamiento médico por descalcifación y para pagárselo tuvo que buscar trabajo. Un pariente le consiguió trabajo como vendedor de refrescos y mariscos en aquellas playas de Caleta y Caletilla, visitadas por John Fitzgerald Kennedy y su recién desposada Jacqueline Bouvier que se convertiría en Jackie Kennedy.
Para huir de la frivolidad de los grandes hoteles, los actores hollywoodense John Wayne, Johnny Weissmuller, Errol Flyn, Richard Widmark, Cary Grant, Tyrone Power, Rex Allen, Roy Rogers, Red Skelton y Fred McMurray formaron una sociedad que denominaron “Hollywood Gang” o “Pandilla de Hollywood” y se hicieron de una propiedad a mediados de los años cuarenta.
Los ricachones y buscadores de aventuras construyeron el hotel Los Flamingos y quedó como un escondide a todas sus fiestas y bacanales que organizaban cuando venían a Acapulco que era considerado como la joya natural de México, de inigualable belleza y virgen todavía de la mano del hombre despiadado y devastador.
Precisamente en esas playas, aquel oaxaqueño atrajo gran simpatía entre los turistas extranjeros, principalmente de aquellas grandes figuras del cine norteamericano que él desconocía. El nadador olímpico e intérprete del célebre personaje Tarzán, Rey de Los Monos, fue quien lo invitó a trabajar a la propiedad de los artistas como mozo de limpieza.
Fueron precisamente los actores gringos quienes le regalaron una guitarra y le hicieron renacer en Adolfo su otro gran amor: la música. Formó en Los Flamingos el trío Los Vagabundos para retomar su gran cariño por las canciones, aunada a la experiencia acumulada y la herencia musical de su padre, así como los recuerdos de la infancia.
Al paso de los años, uno a uno, los integrantes de esa pléyade de actores fueron yéndose de Acapulco… y de la vida. El último que vivió fue Weissmuller a quien cuidó durante los últimos años de existencia en Acapulco, tras dos derrames cerebrales que literalmente lo dejaron en estado casi vegativo.
Asumió entonces el papel de gerente del hotel Los Flamingos, donde empezó como mozo de limpieza. A la muerte del nadador y actor hollywoodense, el último de la pandilla, “Fito” recibió en herencia lo que aquellos grandes amantes de Acapulco construyeron.
Arrinconado por la vejez y la enfermedad, además del enorme dolor de haber perdido a su hijo Adolfo, hoy “Fito” ha dejado esta vida terrenal.
Acapulco ha perdido a uno de sus grandes recuerdos de un ayer que parece no volverá jamás. Las autoridades turísticas ni siquiera mencionarán su ausencia por su ignorancia en los temas históricos de esta joya del Pacífico.