Por Celestino Cesáreo Guzmán
Una vez que inició el proceso sucesorio en la Rectoría de la Universidad Autónoma de Guerrero, antes que las descalificaciones y ataques entre grupos y personas, uno esperaría una reflexión profunda sobre cuál es la Universidad que necesita Guerrero.
Pocas instituciones educativas tienen un origen popular como la UAGro, sus antecedentes datan desde el año 1898, 1901, 1930, y 1942 cuando se creó el Colegio del Estado, antecedente inmediato de lo que sería en 1960: La Universidad de Guerrero.
Con 125 años de vida, la UAGro ha vivido de todo. Su proceso de crecimiento ha sido lento, heroico, tortuoso y hasta trágico.
Su primer rector electo por el consejo universitario en 1962, fue el doctor Virgilio Gómez Moharro; en 1970 el doctor Jaime Castrejón Díez, pasando por Arquímedes Morales Carranza; Rosalío Wences Reza, Enrique González Ruiz, Marcial Rodríguez Saldaña; Hugo Vázquez Mendoza; Gabino Olea Campos; Florentino Cruz Ramírez; Nelson Valle López, Ascencio Villegas Arrizon; Arturo Contreras Gómez; Javier Saldaña Almazán; Alberto Salgado Rodríguez y el actual rector, el doctor José Alfredo Romero Olea.
La universidad ha tenido, etapas que han marcado su destino, desde la sangrienta represión de Raúl Caballero Aburto, que selló con sangre la unidad del pueblo de Guerrero con su Universidad; el impulso infructuoso de modernizarla por parte del doctor Castrejón Díez,que se truncó con su secuestro, el vertiginoso crecimiento y su acento popular con Wences Reza, en esta etapa, creció y llevó a los hechos la fusión de los universitarios con los Guerrerenses, a través de la Universidad-Pueblo; pero no tenía infraestructura ni personal académico calificado. Se improvisó en ambos rubros.
Vino una etapa donde se cometieron desviaciones y excesos al extremo que lo político e ideológico se sobrepuso a la academia y se desnaturalizaron las actividades sustantivas de la universidad.
El nuevo intento por reiniciar su modernización lo impulsó el rector Florentino Cruz Ramírez, cuando en el ll Congreso Universitario acuerdan privilegiar la vida académica sobre la política, y regular la lucha por el poder interno.
De ahí que, a pesar de críticas fundadas e infundadas, sobre el rectorado de Javier Saldaña Almazán, este periodo tiene relevancia, porque en 8 años, hizo visible el esfuerzo histórico de la UAGro por ponerse al día, su vertiginoso crecimiento en infraestructura, su lucha por darle nivel académico a la planta docente, la homologación de su imagen interna y externa y la búsqueda de un lugar destacado en el concierto nacional de universidades publicas.
¿Y qué viene?, ¿consolidar su modernización?, ¿cómo?, ¿depurar su planta docente?, ¿eliminando vicios y desviaciones?, ¿colocarse entre las universidades de prestigio nacional?
Y no perder su origen popular y alianza con el pueblo de Guerrero, a quien debe darle los profesionistas que necesita para salir adelante.
Hasta ahora, la imagen que se tiene de la Máxima Casa de Estudios, es de ser un semillero de líderes políticos que han incidido en el desarrollo de Guerrero desde los espacios de poder que han ocupado.
Los dos ejemplos más visibles son los extintos Armando Chavarría Barrera y René Juárez Cisneros; así como Rogelio Ortega Martínez, sin dejar de reconocer que la camada de líderes es más grande, y de sus filas han surgido alcaldes, legisladores y funcionarios.
No obstante la existencia de las unidades de posgrado, y que cuenta con investigadores en diversas ramas, masters y doctorados, el resultado de su conocimiento y de su trabajo poco se percibe en la realidad económica, política y social de Guerrero: atorado desde hace décadas en el atraso y la marginación.
En ese sentido, creo que existe una deuda de la UAGro en los ámbitos tecnológico, hacia el campo de Guerrero (léase ganadería y agricultura), en las ciencias sociales, turístico y hasta en lo cultural.
Aunque las comparaciones pueden resultar odiosas, habría que revisar cuál es el papel que han jugado para impulsar el desarrollo regional las universidades de Nuevo León; de Yucatán; de Aguascalientes, de Guanajuato.
La asociación con la Universidad Nacional Autónoma de México o con el Instituto Politécnico Nacional, para establecer en Guerrero un Cinestav o un Centro de Desarrollo Científico Regional que atienda las necesidades de agricultores, ganaderos o de la propia industria sin chimeneas como lo es la actividad turística, puede ser una buena oportunidad para dar un salto de calidad e impulsar el desarrollo en nuestro suelo suriano.
E insisto, en vez de descalificaciones en lo que se perfila como una disputa resuelta, por el control de la Máxima Casa de Estudios, los universitarios deberían debatir sobre cuál es la Universidad que Guerrero necesita y cuál es la ruta para llegar a ella.
O quizá pasado este proceso electoral, los universitarios deberían mirar hacia adentro y poner en la mesa algunos temas por ejemplo si es sano que siga el voto universal, directo y secreto de toda la comunidad para elegir a sus autoridades?, ¿o es hora de pensar en un método indirecto como la UNAM o la UdeG?, ¿es sano que la UAGro gaste más en su nómina, que en docencia e investigación?
Lo que sí es sano, sería soñar en una universidad que sea el motor del desarrollo de Guerrero.
Veremos.