•Zeferino y sus catarsis
Por Roberto Santos
Seguir haciendo lo mismo pensando que va a conseguir algo distinto, parece irracional.
Es lo que Zeferino Torreblanca hace una y otra vez cada que se acerca el momento de las elecciones.
Su añoranza por el poder le lleva a crear escenarios donde es la estrella y despotrica contra nuevos objetivos.
Sus blancos de ahora son la gobernadora y la presidenta municipal de Acapulco.
Al parecer su intención es posicionarse electoralmente.
Pero esto no le ha resultado.
Tristemente este personaje ha dejado de atraer la atención de aquellos que votan, de los que deciden en las urnas.
Después de la gubernatura Zeferino no ha podido volver a la arena política, pues despilfarró su grado de aceptación popular.
Al gobierno de Guerrero llegó con alta aprobación del electorado, gracias al PRD, instituto que lo llevó a esa alta posición.
Pero en lugar de agradecer, en exacerbada arrogancia y exudando sentimientos de grandeza y de ruindad, terminó descalificando a este partido llamando a sus integrantes “cuches cuiteros”.
Solo que el insulto también lo desnudaba y mostraba tal cual es: un malagradecido.
Decirles a los perredistas “cuches cuiteros”, es decir, marranos comemierda, exhibió su falta de respeto a quien lo hizo gobernador, y de paso a los militantes que por él votaron.
Si por algo se puede recordar, es porque Zeferino careció de empatía con las organizaciones sociales y con sus demandas, las cuales se decepcionaron muy pronto de “su estilo personal de gobernar”.
Chefe siempre ha creído en su grandeza y en sus logros personales como la vía que lo llevó a la presidencia municipal de Acapulco y la gubernatura.
Y hoy exhibe sus fantasías en sus anhelos de volver a ser presidente de Acapulco.
Los pobres resultados en las urnas chocan con la idea fantasiosa de todopoderoso y grandioso, que cree ser.
Y solo le queda eso, convocar a los medios para hablar mal de quienes ahora tienen el poder, un ejercicio de añoranza y catarsis discursiva ante la frustración que lo que ya no es ni volverá a tener.
En sus ideas fantasiosas solo él puede hacer las cosas bien en la administración pública y en el ejercicio del poder.
Por ejemplo, critica la matanza en San Miguel Totolapan, pero cuando gobernó dijo: “Ni quiero, ni puedo, ni tengo porque combatir al narcotráfico”.
A quienes no son como él, los desprecia. Eso explica que se hiciera famosa la frase “perdónanos Astudillo” que circuló en las dependencias a dos meses de su gobierno, y que auguraba cómo terminaría su gobierno.
Sin embargo, todavía hay quienes le creen por su elocuencia discursiva, pero la mayoría no lo toma en serio.
Menos si solo sale a tirar lodo a la gobernadora y a la presidenta municipal sin ofrecer nada sustantivo como alternativa, y quizá solo sea el deseo de levantar la mano para anotar una vez más su aspiración de participar en el próximo proceso electoral.
Solo que en política es un sinsentido querer ser sin tener “canicas para jugar”.