Chicotazos

  • Chilpancingo: Relaciones peligrosas

Por Francisco Javier Flores V.

Después de la conmoción generada por el asesinato del presidente municipal Alejandro Arcos Catalán, quien por cierto durante sus funerales dio muestra de las amplias simpatías de que gozaba por lo tumultuoso de su cortejo fúnebre, bien vale la pena analizar algunos detalles que la opinión pública debe conocer.

No es un secreto que el perredista para llegar a la alcaldía de Chilpancingo tuvo el apoyo de la ex alcaldesa Norma Otilia Hernández Martínez, no solamente por el hecho de que una hermana de ella se incorporó a su equipo de campaña, sino que fue pública y notoria la operación del equipo político de la hoy ex morenista en favor de quien era candidato de la coalición PRD-PRI-PAN.

Una alianza hasta cierto punto entendible, pues no hay que olvidar el interés de Norma Otilia porque su partido la postulara para la reelección, lo cual le fue negado como consecuencia del famoso video donde se le observó reunida con el líder de un grupo delincuencial; en consecuencia, al no obtener la postulación, la entonces alcaldesa decidió no apoyar al candidato por Morena y apostarle a Alejandro Arcos.

El problema para éste fue que ese apoyo escaló más allá de lo político y logístico. No hay que olvidar que durante el desarrollo de la etapa proselitista hubo señalamientos de su cercanía a ese grupo delictivo que opera, entre otras áreas, en el Valle de El Ocotito, ahí donde para un evento masivo de más de 5 mil gentes, se corrió la voz de que muchos acudieron bajo presión o amenaza.

Existen versiones de que el hoy occiso habría solicitado al gobierno estatal seguridad personal porque carecía de ella, algo muy alejado de la realidad. Muchos, incluidos dirigentes perredistas, entre ellos Mario Ruiz Valencia, saben que a su compañero de partido lo custodiaban una una patrulla de la Policía Estatal y otra de la Guardia Nacional.

Tras los asesinatos de quienes iban a ser su secretario de Seguridad Pública y secretario General, en declaraciones a algunos medios de comunicación nacionales declaró que iba a reforzar su seguridad y pedir el apoyo de los otros órdenes de gobierno, pero tal solicitud nunca la hizo formal, como debe de ser, institucionalmente y por oficio.

El pasado domingo, el recién estrenado alcalde realizó una gira de trabajo por colonias y comunidades del municipio; el último punto fue Tepechicotlán, localizada por el rumbo de Mochitlán y Quechultenango, territorio dominado por el grupo delincuencial con cuyo líder fue videograbada la ex alcaldesa Otilia.

Una versión digna de crédito apunta a que luego de despedir a su comitiva y gente de confianza que lo acompañaba, Alejandro Arcos se dirigió a sostener una reunión con gente con la que, asegura la misma versión, ya se había reunido en ocasiones anteriores.

Fue la última vez que se le vio con vida. Lo que sucedió después es del dominio público.

Con estos antecedentes, hasta podría pensarse que tanto los asesinatos a balazos de quien era su propuesta para Seguridad Pública y de su secretario General fueron claras advertencias. La saña con la que terminaron con su vida, decapitándolo y exhibiéndolo en el toldo de una camioneta, que por cierto no era la que habitualmente utilizaba, apunta a que hipotéticos acuerdos no habrían sido cumplidos.

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