Los restos de Cuauhtémoc y el efecto de Higgs

  • Hallazgos relevantes en la tumba del Joven Abuelo en Ixcateopan. Por Gerardo L. Ceniceros

(A la memoria de Eulalia Guzmán).

En septiembre próximo se cumplirán 75 años del descubrimiento de los restos del Joven Abuelo y en febrero del siguiente año se habrá de conmemorar el 500 aniversario de su muerte por ejecución en el sureste mexicano.

En este contexto y la luz de algunos avances de la ciencia moderna, es posible encontrar un revelador mensaje desde una óptica estética e histórica en los restos de la tumba del último Rey tlatoani Cuauhtémoc, mismos que reposan bajo una urna de cristal en el mausoleo del viejo templo de Santa María en Ixcateopan en el estado de Guerrero.

El nuevo hallazgo podría revolucionar nuestra forma de ver el mundo espiritual de los antiguos mexicanos, de nuestra propia forma de ver “el lado oscuro de la luna” del tránsito al más allá, confirmar la propia autenticidad de los hallazgos y al mismo tiempo mostrar un acercamiento a la comprensión científica más que teológica de la existencia simbólica de una suprema energía inteligente en el entorno de la humanidad que en las diversas religiones y culturas de la historia ha tenido diferentes denominaciones y recibe el nombre de Dios (del latín Deus) y que entre los aztecas se le denominaba Teotl en su traducción literal y directa aunque en su acepción antigua se le concibe como una fuerza sutil inmanente también conocida entonces como Gran Espíritu del Universo.

En seguimiento de los primeros estudios físicos y químicos realizados por el equipo de Eulalia Guzmán(1) y otros investigadores desde 1949 y publicados en la década de los cincuentas(2) que expusieron la autenticidad de los restos del Rey mexica llegando posteriormente al Dictamen de la Comisión Civil de Investigación de los Hallazgos de Ixcateopan en 1985 (3), en el conjunto de restos depositados en la tumba constan de 60 huesos con excepción del Atlas extraviado desde los estudios de 1976 y diversas piezas ornamentales así como una placa de cobre en forma semicircular con la leyenda que identifica los restos óseos como “Rey y Señor Coatemo” así como otra pieza también de cobre nativo que resalta y corresponde por su forma y tamaño a la punta de la lanza que se le concedió portar después de su apresamiento en 1521 hasta su muerte en 1525 como símbolo de su cargo mismo que le permitió representar a su pueblo vencido y para abogar por él en la reorganización de la nueva sociedad que se levantaba sobre las ruinas y cenizas de la antes imponente y orgullosa capital azteca mexica.

En la punta de la lanza que el Rey pareció portar siempre post caída de Tenochtitlan como símbolo dinástico y bastón de mando y que aparece icónicamente diversas pinturas y códices se aprecian imágenes descriptivas y semiocultas referentes de su persona y a otros personajes sobre la propia superficie de la pieza como una serie de rostros de rasgo humano trazados y sellados por el efecto oxidativo de los años al ser depositada junto con el conjunto de restos a más de medio metro y medio bajo tierra con contornos de trazo fino además de una figura que puede interpretarse como la cara de un ser legendario como un Quetzalcóatl de barba blanca más cercano a las imágenes de un ”ser supremo” como el Hunabku de los dinteles mayas, del dios Odin entre los vikingos o a la concepción teológica del Dios Padre en la trinidad de las religiones cristianas de Occidente.

En la fotografías de archivo publicadas especialmente entre 1950 y 1952 se advierte la serie de figuras principales en semiperfil plasmadas o grabadas en el metal posiblemente durante el largo periodo que precedió a la muerte del Rey tlatoani en Izancanac entre 1524 y 1525 y que se conservaron a través de un lento proceso de oxidación sin exposición a la luz que duró más de 400 años a la fecha de su descubrimiento en 1949 y que denotan un trazo estilizado “al carbón” como un delineado artístico de aparente técnica pictórica europea de entonces formando 4 figuras semi definidas a través de contornos y claroscuros grises blancos y negros y en las cuales pueden distinguirse los rostros de Fernando (Hernán) Cortés entonces jefe de las fuerzas castellanas y tlaxcaltecas en postura cabizbaja a tres cuartos con vista hacia la derecha, al centro un perfil joven femenino en un resaltado claro oscuro blanco y negro de identidad indeterminada sin glifo antiguo de identificación que encara de frente al propio Cortés y que posiblemente corresponde a la imagen de la princesa e hija menor (tecuichpo) del rey (también huey tlatoani) Moctezuma de nombre Ixcaxochitzin traducido como Flor Blanca o más remotamente de la madre del Joven Abuelo de nombre Cuayauhtitali originaria de Coatepec (de los Costales) cerca de la vieja Youala hoy Iguala. Una tercera posibilidad es que se trate de la representación del perfil de Malintzin llamada doña Marina por ser quien como intérprete estuvo la mayor parte del tiempo cerca del tlatoani o huey tecutli (gran jefe o señor) y su ejecutor(4).

Del lado derecho superior en la esquina de la punta de cobre y lado B de las fotografías aparece a tres cuartos de perfil y con vista a la izquierda y expresión serena el rostro del Rey tlatoani Cuauhtémoc en una imagen similar a la publicada en la portada del libro de la investigadora Dolores Roldan(5) y que corresponde a una pintura también con un clásico realismo europeo.

El autor que con buen talento de trazo pudo haber plasmado tales figuras en el metal de la lanza debió haber utilizado un minúsculo clavo o puntas afiladas de maguey y en todo caso un cristal grueso a forma de lupa y aprovechar al máximo el desgaste de la oxidada superficie. Una figura secundaria en un plano secundario sugiere un amorfo Mictlan o “región de los muertos” con la imagen sutil de una cabeza humana descarnada o calavera sin rasgos particulares mayores a aquellos que evocan la imágenes conocidas en la historia de los filibusteros conocidas como bandera pirata sin huesos en cruz.

Hay que distinguir la diferencia entre una oxidación caótica y sin formas precisas que sufren los metales por exposición a la humedad y al Sol y otra la que bajo ciertas condiciones puede dar lugar a formas coincidentes de objetos o figuras pero que en el caso de la pieza de metal de la lanza del Joven Abuelo no deja lugar a dudas que después de la mano del artista hay una impregnación oxidativa y cuántica o subatómica donde los átomos del agua se alinean en el contorno del rasgado en mini trazos sobre el metal.

En palabras de la física moderna donde la acción y movimiento de los iones del agua

y lo que en procesos homeopáticos, bioenergética y física cuántica se conoce como el efecto de Higgs(6) o de micro partículas llamadas bosones conocidos como “partícula de

Dios” sobre la superficie del metal consigue imprimir como en un negativo fotográfico las figuras o imágenes sutiles los trazos del artista aprovechando los elementos de la misma oxidación como un patrón o memoria física de aquellos seres o personas vinculados directamente a la historia o destino del objeto que es la evidencia de vida de un personaje así esto último es un proceso similar a la memoria genética de los seres vivos y a la memoria del agua(7) con un ingrediente o sello adicional en este caso que le da la característica de tener un bajo la acción del tiempo, de la oscuridad y de una pequeña atmósfera con gases menores en compresión todo como “fuerza superior” o intrínseca que hubiese realizado su trabajo de sellamiento lentamente durante cuatro centenas de años.

(*) El autor es investigador en culturas autóctonas y ciencias de la salud de la Universidad Abierta de México AC.

Notas:
1) Eulalia Guzmán: San Pedro Piedra Gorda Zac. 1890 CdMx 1985
2) Ichcateopan: la tumba de Cuauhtémoc. Ed Aconcagua 1973 Resumen de investigación.
3) Periódico El Nacional, México 1985 Instituto de Ciencia y Cultura de Anahuac Ac
4) Cortés habría violado la máxima ley de la justicia de guerra europea de que “Solo un rey puede juzgar o ejecutar a otro rey”.
5) El códice Cuauhtémoc Ed Orion 1984
6) Peter Higgs 1964 Physical Review Letters.
7) Los mensajes ocultos del agua, Masaru Emoto, Investigación Hado 1994.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *