- Nostalgia, fe y esperanza
Por Francisco Javier Flores V.
Asistir a los eventos de clausura de cursos, sobre todo los que se realizan en los propios edificios escolares, es para muchos de nosotros remontarnos al pasado.
Ya sea porque alguno de nuestros hijos concluyó la etapa de preescolar, los niveles de primaria, secundaria o preparatoria o porque felizmente se han convertido en profesionistas.
Como padrinos de terminación, de generación, a realizar alguna actividad propia de nuestro trabajo o simplemente como colados, entrar de nuevo a algún recinto educativo en donde alguna vez fuimos alumnos, a muchos nos llena de nostalgia y hasta se nos enchina la piel.
Recordar nuestros años mozos retozando por las aulas, los pasillos, canchas y patios escolares; volver a ver a nuestros maestros, a los conserjes, prefectos, administrativos y hasta a la señora de la cooperativa nos hace evocar bellos momentos y no falta quien se imagine nuevamente con la torta y el refresco en la mano.
Sin embargo, lo que más nos debe emocionar es que a pesar de los tiempos difíciles que vivimos como sociedad, le seguimos apostando a la educación como la mejor arma para salir adelante, para enfrentar los retos del desarrollo y ganarle la batalla a la ignorancia, pero también a la violencia, a esta ola de inseguridad y delincuencia que nos agobia.
Es cierto, hay muchos jóvenes y adultos, hombres y mujeres, incluso niños, que le han apostado o no les ha quedado más opción que enrolarse en grupos delincuenciales, atraídos por el espejismo del dinero fácil, las drogas, el alcohol y otros placeres engañosos; sin embargo, son más, muchísimos más, los que le siguen apostando al estudio, a la superación personal y profesional y al trabajo honrado.
Seguimos siendo mayoría los niños y jóvenes de buena conducta, los ciudadanos responsables, la gente de bien. Eso es lo que nos debe motivar, llenar nuestros corazones de fe y esperanza; es lo que debemos preservar.