Zona Cero

  • Los obispos y sus negociaciones

Por Roberto Santos

Puede entenderse que los obispos, preocupados por la inseguridad de la población, tomen la iniciativa de negociar con las empresas criminales que dominan las regiones en Guerrero.
Y que si bien consiguieron una pacificación temporal que trajo alivio a la población, el suyo no fue un camino legal.
Es más, hasta se puede decir que se saltaron la ley para realizar acuerdos extralegales.
Una y otra vez, el gobierno del estado fijó su postura de que no aceptaría negociar con los líderes que bajo presión paralizaron el transporte en Chilpancingo, como lo hicieron en Acapulco y la ciudad de Taxco.
Y tiene razón, porque no son grupos armados que pretendan conseguir cambios sociales, como pueden ser agrupaciones guerrilleras con las que se pueden negociar sus peticiones políticas con una base ideológica.
Los ejemplos más claros nos lo ha dado Colombia, donde los grupos armados después de un proceso de paz se convirtieron en partidos políticos y saltaron a la vida institucional para competir por espacios electorales.
Los grupos que nos ocupan van tras el negocio ilegal, causando miedo y dolor en la población.
Es por eso que se entiende el rechazo del gobierno del estado de llegar a acuerdos para que regresara el servicio de transporte y sigan expoliando a la gente.
Lo cierto es que estos grupos en ocasiones tienen mayor poder de fuerza que los mismos estados y no se diga de los municipios, cada vez más inermes ante la fuerza criminal.
Bueno, hasta el mismo general Crescencio Sandoval informó que algunos de estas agrupaciones poseen armas con las que han atacado los vehículos militares causándoles daño.
Es decir, tanto han incrementado su poder de fuego que sin rubor atacan a los militares, los únicos que junto con la Marina y la Guardia Nacional pueden realizar acciones de fuerza en su contra.
Eso lleva a pensar que mientras las instituciones federales no realicen acciones de verdadera contención, la inseguridad se mantendrá, con su cauda de sufrimiento para la población.
Sin embargo, no deja de ser deseable que ante el crecimiento de actos de violencia que afectan fundamentalmente a la población civil, y que nos genera la interrogante de qué es lo que no estamos haciendo bien: gobierno y sociedad, se puedan encontrar en un futuro las herramientas para desmantelar estas agrupaciones delictivas y mediante un proceso de paz negociada, regresen a la vida productiva legal.

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