Epístolas SurianasDe Julio Ayala Carlos

  • Los ataques al transporte público
  • ¿Y ahora, quién podrá ayudarnos?

SI BIEN LOS ATAQUES SON CONTRA EL TRANSPORTE urbano, en el fondo la agresión es contra la población en general que tiene que pagar las consecuencias del enfrentamiento que tienen los grupos de la delincuencia organizada que utilizan a los trabajadores del volante como carne de cañón, ante la permisividad de las autoridades de gobierno.

Sólo así puede entenderse que los grupos delincuenciales actúen con total impunidad, es decir, con la complacencia de las autoridades, quienes cada vez que se comete un delito en un punto determinado, voltean el cuerpo y los ojos para el lado opuesto, o en su caso, dándole tiempo a los delincuentes a actuar sin ningún problema, para posteriormente presentarse en el lugar de los hechos cuando aquellos han escapado impunemente.

Ciertamente es lamentable lo que ocurre en Chilpancingo, donde este lunes cinco de febrero, fueron atacados a balazos dos taxistas y dos urbaneros por sujetos que actuaron impunemente, razón por la cual, ante la falta de seguridad, todos los sitios de transporte dejaron de prestar el servicio, incluso los que tienen que ver con rutas hacia Petaquillas, Tierra Colorada, Zumpango y Chilapa, dejando a los chilpancinguenses y habitantes de diversos municipios sin el transporte urbano.

Por desgracia, hay que decirlo, no es la primera vez que ocurre en Chilpancingo, El año pasado, a raíz de la violencia que azotó a la ciudad, y la irrupción de presuntos comisarios municipales de la Ruta del Río Azul, que derribaron incluso un portón del Palacio de Gobierno, la capital también se quedó sin transporte urbano, y de igual forma, por los mismos motivos: es decir, el enfrentamiento entre grupos delincuenciales que se disputan la plaza que representa el centro político del estado.

Y al igual que Chilpancingo, en donde se encuentran los tres poderes públicos del estado, el transporte público urbano también ha parado en Acapulco, en Zihuatanejo y en Taxco, por los mismos motivos: la violencia en contra de los transportistas que una y otra vez han exigido seguridad ante las constantes amenazas y cobros de piso de los grupos delincuenciales, ante lo cual el gobierno estatal, y el de la Federación, han respondido con más policías y operativos que está visto, no tienen resultados.

Decíamos al principio que si bien el transporte ha sido el blanco de los ataques, costando la vida muchos trabajadores del volante, lo cual es sumamente lamentable, la agresión final es contra la población que padece la falta del servicio público, que si bien genera malestar ciudadano, hasta ahí queda, mientras las autoridades de gobierno, en vez de garantizar la seguridad pública, utiliza patrullas, unidades de protección civil y de bomberos para transportar a los usuarios de un lugar a otro.

Hay que decirlo. Triste papel, y lamentable proceder el de las autoridades que ante el fracaso de brindar, y garantizar la seguridad a la población, se convierte en rehén de la delincuencia al igual que los guerrerenses, pues si el gobierno como tal no puede con los delincuentes, los ciudadanos están indefensos.

Así las cosas, ¿quién podrá defendernos?

Y es que está visto que las autoridades de gobierno son incapaces de hacerlo. Está visto que por más policías de la Guardia Nacional, efectivos del Ejército y la Marina, policías del estado, policías ministeriales y policías preventivos, aunque éstos sean comandados por militares de alto rango, es insuficiente para al menos permitir que la población salga sin miedo a las calles a realizar lo que tiene pendiente, o a su centro de trabajo para ganarse el pan diario.

Por desgracia, ya ni el Chapulín Colorado existe.

Comentarios: ayala.jc30@gmail.com

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