- Acapulco: el fenómeno después de Otis
Por: Guadalupe Rodríguez
Hace 12 días que la mayoría de los acapulqueños y residentes del puerto perdimos la sensación de placer al dormir, algunos no hemos descansado; hoy un paseo por la playa o una puesta de sol se sienten más melancólicos que alegres.
Sin embargo algo más triste es reconocer que aparejado al huracán “mas devastador” del que se tenga memoria llegó otro fenómeno: el de las masas.
El huracán Otis provocó afectaciones de distintas magnitudes, pero el daño social que evidenció es peor que el arquitectónico o el medioambiental. La historia de robos y rapiña que hace 10 años ahuyentó a la tienda Costco de Acapulco se repitió. El hurto masivo se multiplicó por cientos entre el miércoles 26 y jueves 27 de octubre. Oxxos, Farmacias Guadalajara, Merza, Neto, supermercados de todas las cadenas, centros comerciales y cuanto negocio quedara en medio de una turba fueron vilmente saqueados.
Columnistas hablan de pérdidas multimillonarias. La alcaldesa de Acapulco justificó el ultraje como un acto de cohesión social y supervivencia. Pues no, ¡no lo fue!. Lo que se vivió se explica desde la teoría de la masas; los fenómenos de masa tienen la característica de crear un «alma colectiva» en virtud de la cual quienes pertenezcan a la masa sentirán, valorarán, elegirán las mismas cosas, unificando su pensamiento en detrimento del pensamiento individual que los distingue de los demás. No se razona, sólo se actúa.
Esa colectividad delincuente acapulqueña compartía en ese momento el dolor de la pérdida material, y encontró en el robo masivo un desfogue y salida fácil. También hubo expertos delincuentes que aprovecharon la situación. Al platicar con algunos participantes del hecho se encuentra algo común; no hay remordimiento. Y ese sentimiento de satisfacción, alegría y triunfo es lo que en verdad preocupa. No hay un solo gramo de moral ni ética.
En Psicología de las masas, Freud dice que para conformar una masa no es imprescindible un líder. Que una idea negativa puede tener el mismo carácter aglutinante. “Por ejemplo, el odio, que puede tener un carácter unificador y constructor de toda una masa”.
La irracionalidad con que actuaron los saqueadores en Acapulco fue espeluznante, familias enteras, incluidos menores de edad, de todos los niveles socioeconómicos, en casi todas las colonias.
Si reflexionamos y ponemos en justa dimensión lo ocurrido; nos debe preocupar y ocupar. Refleja el daño moral tan grande que tenemos como sociedad, la falta de valores y lo vulnerable que somos ante la oportunidad de hacer el mal, sabiendo que no seremos castigados , peor aún si es alentado o justificado por quién debe evitarlo: la primera autoridad de Acapulco. A ella y a todos debe quedarnos claro que las leyes no son negociables. Incluso desconocerlas no te exime de las consecuencias de un delito.
En contraparte están los demás acapulqueños que no forman parte de esa masa destructiva. A todos ellos , ¡ánimo!. Toca luchar contra corriente. Gracias por permanecer en el difícil camino de lo legal. Cicerón decía “Mi conciencia tiene para mí más peso que la opinión de todo el mundo”. No importando lo que la mayoría dañe o robe, si no es correcto no lo hago y punto. Eso también contagia y hoy muchos voluntarios de todas partes han salido a ayudar. A ellos ¡gracias!
Sin duda el llamado es ahora y es a todos: debemos actuar, no podemos ni debemos caer en la omisión, no basta no contagiarse por el colectivo frenético, debemos parar la turba y exigir a las autoridades que ejerzan sus funciones y cumplan con la ley. Sobretodo hoy que se busca reconstruir una ciudad de más de 700 mil habitantes. ¿Cuántos bastarán para enderezar lo que se ha torcido? Esperar que llegue una solución de arriba hacia abajo no sirve, la gobernanza no se construye así. Se debe pedir, exigir o hacer cumplir el orden y la ley. Empezando por nuestra familia, nuestra calle, nuestra colonia o comunidad. Sino logramos eso, no esperemos mágicamente un nuevo Acapulco.