Bajo Fuego

  • Ay, Otilia

Por José Antonio Rivera Rosales

Norma Otilia Hernández, alcaldesa de Chilpancingo, parece personificar el colmo del cinismo, la frivolidad y la estupidez.

Porque hay que ser estúpido para creer que la población en su conjunto, especialmente de la capital del estado, acepta las mentiras que pretenden justificar su encuentro con el jefe de Los Ardillos, formación criminal que ha sumergido a la región centro del estado en una orgía de sangre y fuego.

No son menos violentas las incursiones de Los Tlacos, grupo delincuencial con los que convivió el pasado 14 de marzo en Tlacotepec, cuna del llamado Cártel de la Sierra, con quienes también ha tenido una relación tersa que se demuestra con su participación en el desfile de gente armada con motivo de una feria popular, en la fecha mencionada.

El encuentro con el jefe de Los Ardillos, según palabras de la propia alcaldesa, se llevó a cabo en 2021, al principio de su administración. Con los Tlacos también parece haber una amistad de mayor tiempo.

Esto significaría que los capitalinos han estado bajo el yugo de estos asesinos al menos desde que esta señora asumió la alcaldía. Es decir: los criminales han actuado con permiso, por lo que muchos de los homicidios, secuestros y extorsiones cometidas por estos bandidos registran una responsabilidad legal que pudiera alcanzar a la primera edil de Chilpancingo.

Sólo es cuestión de reflexionarlo.
¿Por qué creen que los jefes criminales se reunirían con la primera autoridad municipal? ¿Sólo para tomar café? Por favor… En este tipo de encuentros no existe amistad, sólo complicidad. Habitualmente los criminales demandan tres posiciones a los municipios: espacios de control en la seguridad pública, en la obra pública y en las licencias municipales, aunque las cosas pueden variar de un municipio a otro.
De verdad cree Norma Otilia que todos los ciudadanos, especialmente los de Chilpancingo, están a gusto luego de enterarse de su encuentro con los jefes criminales -que primero negó hasta que surgió la evidencia-, con lo cual no sólo se puso en jaque ella misma sino al partido que la llevó al poder, es decir, a Morena.
(Algo parecido sucede en el municipio de Acapulco, donde su alcaldesa está en la mira de la Fiscalía de la República debido a acuerdos con un representante del crimen organizado, pero esto será motivo de una entrega próxima).
Aquí la FGR tiene que investigar -ya lo ordenó el presidente López Obrador- qué tipo de acuerdo concretó Norma Otilia con estos jefes criminales, qué concesiones hizo a cambio seguramente de algún beneficio de parte de los bandidos.
¿Acaso vendió la plaza dos veces a grupos encontrados? Eso explicaría la violencia creciente en la capital guerrerense.
A reserva de equivocarnos, podríamos pensar que Norma Otilia tenía su encuentro en secreto, hasta que el mando de Los Ardillos lo hizo público para ver cómo reaccionaba su enemigo, el jefe de Los Tlacos. Si esto fue así, la estrategia dio resultado: salieron a la luz pública los encuentros de la primera autoridad -acompañada por su esposo, Diego Omar Benigno González- lo que desató un clima de violencia generalizada que se enfocó, de entrada, en el sector del transporte ligero.
Sin embargo, la experiencia nos indica que habrá más violencia que afectará a muchos ciudadanos y ciudadanas inocentes que sólo tratan de trabajar en paz.
Si se observa bien, el mensaje para Norma Otilia, que pretendía expresar afecto, en realidad era una amenaza velada, en la expresión brutal de las personas desmembradas que fueron “sembradas” a tres cuadras del zócalo sin que la Policía Preventiva Municipal se diera cuenta. ¿De veras los municipales no se percataron del multihomicidio?
Habitualmente las formaciones del crimen organizado exigen a los municipios -el primer
nivel de autoridad- espacios de poder en la Seguridad Pública, la Obra Pública y las Licencias Municipales. Esto explicaría porqué la Policía Preventiva no se percató del multihomicidio: simplemente voltearon a ver para otro lado.
Y la edil, con todo el cinismo del mundo, pretendió culpar a la Fiscalía General del Estado (FGE) cuyos peritos sólo fueron a hacer su trabajo, es decir, a dar fe de los hechos así como hacer el levantamiento cadavérico.
El caso es que indudablemente que el hostigamiento -que implica el asesinato de inocentes- seguirá sobre todo porque la FGE, que sí hace su trabajo, aprehendió a un supuesto dirigente del transporte al que encontraron con armas y droga.
Es bastante probable que este sujeto sea parte del engranaje de la delincuencia organizada, especialmente del Cartel de la Sierra, razón por la cual esos bandidos desataron un caos en Chilpancingo. Y lo más seguro es que las cosas se pondrán peor a partir del enfrentamiento directo entre los dos grupos criminales que se creen dueños de Chilpancingo y de su economía. Es decir, Los Tlacos y Los Ardillos.
Esperemos que el tiempo no nos dé la razón.
Pero también esperamos que la alcaldesa delincuente sea llevada ante los tribunales por sus acuerdos extralegales que comprometieron la paz social en Chilpancingo.

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