Epístolas Surianas
De Julio Ayala Carlos

Abelina, defendiendo la plaza
• Gritos, pleitos y desencuentros

A ACAPULCO DEBERÍA IRLE BIEN. Y es que quien lo gobierna no sólo tiene un presidente de la República y una gobernadora del estado de su propio partido, sino porque están obligados a hacerlo y demostrar que ellos sí pueden. Que no son iguales, y que sí trabajan por el pueblo…

Pero ocurre que no. Que en el caso de Abelina las cosas están peor, pues además de su inexperiencia para gobernar, tiene limitaciones muy marcadas incluso para relacionarse con los de su propio partido, sin dejar de lado su incapacidad para atender la cosa pública, de tal forma que la alcaldesa, oriunda de Oaxaca, no sólo se pelea con los ciudadanos que le exigen servicios, sino también con los periodistas a quienes pretende precisamente enseñarles periodismo.

Y lo peor, la alcaldesa porteña, o mejor dicho, quien cobra como tal, no sólo ha tomado partido por una de las corcholatas de su partido, sino que lo hace abiertamente con quien no es el favorito del presidente de la República. Por si fuera poco, acaso por su inexperiencia, no sólo se le pone enfrente a quien gobierna el estado, sino que incluso la reta y la acusa de sin sentido.

Ya lo decíamos. No tiene la culpa el indio, sino quien lo hace compadre, y en este sentido, los culpables de tenerla como alcaldesa son los propios acapulqueños, que aún sabiendo de sus incapacidades, de su falta de experiencia, y de sus limitaciones para entender la cosa pública, votaron por ella, cuando lo único que sabían, por su propia boca, es que había sobornado con 20 mil pesos a un ministerio público para que le agilizara un trámite.

Así, ante la exigencia de servicios públicos, como la falta de agua potable, seguridad pública y recolección de basura, Abelina no sólo les ha reclamado con que paguen el vital líquido cuando antes promovía que no lo hicieran, sino que también exige que los mismos ciudadanos se conviertan en guardianes de su seguridad, mientras que en el caso de los desechos, amenaza a los acapulqueños con meterlos a la cárcel, mientras que los carros recolectores no aparecen.

Hay que decirlo. No es que la alcaldesa oaxaqueña sea de mecha corta, como suponen algunos para justificar sus pleitos en arranques de ira, de coraje y de gritos, sino porque al no saber cómo conducirse, salvo que no sean colonos y paracaidistas, reacciona de manera violenta, como cuando los periodistas le preguntan temas de interés, o se enreda en conceptos que simplemente no entiende ni sabe cómo explicar, como es el caso de la violencia.

Precisamente porque no entiende la cosa pública, y mucho menos cómo conducirse, Abelina no sólo le ha apostado todo a una de las corcholatas de su partido para ser candidato a la Presidencia de la República, para suceder en el cargo a quien dio su consentimiento para que fuera candidata de Morena a la alcaldía, sino que ha comprometido a todo el gobierno municipal a apoyarla, lo cual es un grave error, ante la posibilidad de que por quien apuesta quede fuera de la jugada.

Cierto. La oaxaqueña puede apostarle su futuro a quien lo considere, pero ningún derecho tiene a apostar el futuro de Acapulco, cuando el presidente de la República trabaja por su corcholata preferida.

Por si fuera poco, la alcaldesa no sólo le ha puesto enfrente a quien gobierna el estado, sino que le ha disputado el poder, amafiándose con otros. Lo de este fin de semana fue lo último, cuando la alcaldesa acusó al gobierno del estado de una serie de acciones en contra de la administración que encabeza.

Ciertamente cada quien puede creer lo que quiera, pero el video que circula sobre los gritos de la alcaldesa sólo ponen de manifiesto la violencia con la que reacciona ante lo que no le gusta, pero sobre todo, cuando cree que está en entredicho su autoridad. “Esto es Acapulco”, grita, para que se den cuenta que ella es la que manda, que se hace lo que dice y que allí se hace lo que ella dice.

Hay quienes dicen que si la edil hubiera estado armada, le hubiera soltado sus balazos a quien supuestamente la ofendió, y es que ella cree que Acapulco es su plaza, y hay que defenderla.

Jajajá. Por cierto, Abelina sueña ser gobernadora del estado, no de Oaxaca de donde es originaria, sino de Guerrero.

Comentarios: epistolassurianas@hotmail.com

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