Zona Cero

Descanse en paz

Por Roberto Santos

–“¿Qué edad tiene el paciente?”– preguntó el gerontólogo a la enfermera.
–“93 años, señor. Su situación de salud es grave. Está moribundo y necesita oxígeno para sobrevivir un tiempo más; pero no se sabe cuánto tiempo aguantará vivo,” contestó la compungida enfermera.
–Y los estudios que se le han realizado, ¿qué datos arrojaron?, interroga otra vez el médico.
La enfermera, que manipulaba algunos documentos, muestra varias hojas: –“Aquí están los estudios: Tiene parásitos de todo tipo y en varios órganos. También sufre un proceso acelerado de muerte celular, donde las células buenas están siendo eliminadas por las que están muy dañadas.”
– “¿Qué sabemos de los parásitos invasores?”, pregunta el médico sin poder evitar la sorpresa que esos datos le causaran.
-“Ay, doctor. Esos parásitos son bien raros. Tiene la capacidad de emigrar para invadir otros cuerpos y para enfermarlos tanto que terminan por morir.”
–“¿Cómo es eso? ¡Explíqueme con más detalles!,” exclama el médico frente a la enfermera y el paciente, que parece dormir, conectado a decenas de cables y mangueras transparentes.
– “Sí doctor, ya están en varios cuerpos, y los han dañado por igual. Y de esos otros huéspedes se van a otros, solo para enfermarlos, y ¡qué pena!, pero ¿sabe? terminarán igual o peor que éste. Y los que se quedan le chupan hasta la última sangre al enfermito. No se cansan de succionar sus nutrientes. Lo raro es que entre ellos luchan por sobrevivir y se imponen los más fuertes y los más malos, para expulsar a otros.”
–¡Ha caray!, y ¿cuáles son los otros síntomas del paciente, porque por su apariencia sí está muy mal de salud,” exclamó el médico, mientras escudriñaba el cuerpo que pocos signos de vida mostraba y su apariencia era la de un cadáver, por lo enflaquecido y arrugado de la piel.
–“pues problemas tiene muchos: ya no oye, no entiende, está ciego, ya no puede caminar, y no controla sus esfínteres, por lo que se zurra y orina en cualquier momento. –Yo digo que ya no tiene remedio,” respondió una vez más la enfermera, convencida de que hay momento en los que la ciencia ya no tiene opciones para intervenir en lo que a la muerte concierne.
–El médico, después de un recorrido visual y revisar los estudios que la enfermera le mostró, convencido y conmovido, expresó: –“¿Y sus familiares qué dicen?”
–La enfermera, sinceramente perturbada y con lágrimas en los ojos, en lo que pareció un suspiro, respondió: –“Ya fueron por el sacerdote, para que venga a darle los santos óleos.”
–El médico, afectado por las lágrimas de la enfermera, y en lo que pareció que le costara hilar una frase, con voz entrecortada, preguntó: –¿Y cómo se llama el paciente?
–“Creo que se llama PRI”, respondió la enfermera, sin poder evitar un fuerte sollozo que le estremeció el cuerpo y le hizo llevarse las manos a la cara para evitar la vergüenza de que la vieran llorar por la muerte de lo que representa el pasado y que es padre de lo que actualmente existe, aunque destinados a terminar en las mismas circunstancias.
–“Descanse en paz”, susurró el médico, mientras pasaba los dedos por la cara, pecho y labios, en un intento de santiguarse y de despedirse de este cuerpo que llega al fin de su vida.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *