• Ayotzinapa, desaparecerla o adecuarla…
Los hechos, de acuerdo a los videos, las imágenes, las voces y los testimonios de los presentes en los hechos ocurridos ayer en la caseta de Palo Blanco, son contundentes. Fueron los normalistas de Ayotzinapa los que agredieron a los policías, con un saldo de 16 heridos, y sin embargo, los estudiantes lo niegan como muchas veces lo han hecho, incluso cuando han causado la muerte de ciudadanos. La condena ciudadana es también: aplicarles la ley y cierre de la normal.
Sin embargo, también debe decirse, hay quienes los justifican, y más aún, los incitan a continuar con lo mismo. Y es que, argumentan, al igual que los normalistas, exigen justicia por los 43 desaparecidos en Iguala, aquella noche del 26 y madrugada del 27 de septiembre de 2014 que enlutó a la Cuna de la Bandera Nacional, al país, y obligó al entonces gobernador Ángel Aguirre Rivero, a dejar el cargo.
Fundada en 1926, como parte de la política educativa del gobierno federal para llevar la educación a los más pobres del país, a través de la creación de normales rurales con el fin de arraigar a los maestros en su lugar de origen, a finales de los años 30 se asentó en parte de lo que fue la hacienda cañera de Ayotzinapa, siendo en los 40 cuando se construyó su primer edificio, y en ese mismo año, además, se convirtió en internado. Raúl Isidro Burgos Alanís fue uno de sus directores, del cual toma su nombre, y posteriormente Antonio I Delgado e Hipólito Cárdenas, entre los de mayor renombre.
Desde sus inicios, además de internado, la normal era mixta, es decir, en la que estudiaban hombres y mujeres, pero en los años 60, por disposición oficial dejó de ser un centro de estudios para mujeres. Genaro Vázquez Rojas, quien a la postre fundara la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria, y Lucio Cabañas Barrientos, el Partido de los Pobres, líderes de la guerrilla en Guerrero en los años 70, estudiaron en la normal de referencia en los 50 y 60, respectivamente.
La normal rural Raúl Isidro Burgos, dicen quienes allí estudiaron, tenía una misión concreta: fortalecer la educación en los pueblos a través de la formación de maestros de los mismos pueblos, con una visión crítica de sus egresados. Sin embargo, en algún momento de su funcionamiento se equivocó del camino, al grado de convertirse en una institución que fomentaba el rencor y el odio hacia el Estado, o lo que es más, en formadora de seudo guerrilleros en vez de maestros.
Hay que decirlo. Desde que el Consejo Estudiantil de la normal se apoderó de la conducción de la escuela, los líderes de la misma no sólo enseñan marxismo, que no está mal como concepción filosófica, sino que el adoctrinamiento del que son objeto los estudiantes, principalmente los de nuevo ingreso, a quienes además les exigen participar activamente en las protestas y acciones que llevan a cabo, como requisito para permanecer en la institución, ha llevado a los jóvenes a convertirse en vándalos, a cometer todo tipo de delitos que van desde las toma de casetas de cobro, bloqueo de carreteras, secuestro de autobuses, robo de camiones con mercancías, pipas cargadas de combustible, incendios y destrozos en edificios de gobierno y de partidos políticos, e incluso, el homicidio.
No obstante, ninguno de los normalistas que han cometido, o participado en estos delitos, han sido sancionados en lo más mínimo, pese a las evidencias de culpabilidad. Al contrario, los últimos gobiernos, empezando por el de Ángel Aguirre Rivero, Rogelio Ortega Martínez, y el que encabezó Héctor Astudillo Flores, no sólo se hicieron de la vista gorda ante los excesos de los normalistas, sino que los protegieron prohijando la impunidad en agravio de la población, de la que hay que decir, no sólo está harta de las acciones de los estudiantes, sino que incluso exigen se les aplique la ley, además de demandar el cierre de la escuela.
Así las cosas, si bien había una exigencia de un hasta aquí a los ayotzinapos, como se les dice de manera despectiva, a partir de ayer, de lo ocurrido en la caseta de cobro de Palo Blanco, de la autopista del Sol, construida en el gobierno de José Francisco Ruiz Massieu, la misma exigencia se ha generalizado. Desde líderes del PRI, cuyo partido dejó de gobernar el estado a partir de octubre pasado, hasta comerciantes, hoteleros y empresarios, así como transportistas y ciudadanos comunes, exigen no sólo aplicar la ley a los normalistas, sino también desaparecer a la institución, cuyo promedio de aprovechamiento escolar, en los últimos 10 años es más que deficiente.
En efecto, si algo distingue a los egresados de la normal de Ayotzinapa, es su escasa preparación académica, a pesar de que, por su calidad de internado, tienen techo, comida, uniformes, calzado y un recurso para su domingo que no tiene un estudiante común. No obstante, son los que mayores beneficios tienen, pues al egresar de la escuela reciben una plaza automática. Si algo también los distingue, es su proclividad al vandalismo, como parte de un enfrentamiento ideológico con el Estado, en el que confluyen otros ingredientes.
En efecto, no es nuevo decir que la normal de referencia, que en su momento fue un modelo de escuela, fue infiltrada por el narcotráfico. Así se explica el que los estudiantes de nuevo ingreso, y que estaban a prueba para quedarse en la misma, fueran enviados a Iguala aquel 26 de septiembre del 2014 a apoderarse de un autobús cargado de droga con destino a los Estados Unidos de Norteamérica. La saña con la que fueron atacados, y luego cazados, lo confirma, así como el desollamiento de uno de ellos. No por nada, otros 43, fueron incinerados.
Hoy pues, a la luz de los hechos, quien gobierna en Guerrero, tiene la disyuntiva de desaparecer la escuela, como exigen muchos guerrerenses, en razón de que genera maestros deficientes, o la transforma y la adecúa a los nuevos tiempos. Por ahora, Evelyn Salgado Pineda tiene el respaldo de la población para hacer lo que considere conveniente, y un primer paso sería desaparecer el internado y retomar la conducción de la escuela.
Guerrero, hay que decirlo, requiere de maestros eficientes, y no de mediocres.
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