• La violencia en Acapulco
Por Roberto Santos
Lo que ayer dijo la presidenta municipal de Acapulco tiene mucho de verdad.
La violencia está definida como el resultado de un comportamiento humano con impacto destructivo en el otro u otros e incluso en uno mismo.
La pobreza extrema, la desigualdad económica, crecer en un entorno violento, entre otros, pueden ser detonantes de violencia, incluido el mismo clima, como lo demuestra el estudio al que hace referencia la presidenta municipal de Acapulco, publicado por la BBC donde obtienen resultados que el incremento de los grados de calor puede generar cambios en la actitud y comportamiento del ser humano hasta derivar en acciones violentas. Nada nuevo para quienes padecen niveles de estrés alto y estallan iracundos por cualquier motivo.
Sin embargo, lo que dijo Abelina López Rodríguez, apenas es la punta de iceberg, porque la violencia tiene sus bases en aspectos estructurales y con la subjetividad del ser humanos, y nos debería obligar a pensar en la responsabilidad que todos tenemos como causantes de violencia, algunos conscientes y otros de manera inconsciente.
Un ejemplo es el machismo, como generador de violencia contra las mujeres –o contra hombres–, en la familia, en la calle por o en áreas laborales.
Cierto es que la naturaleza humana posee impulsos violentos y destructivos, presentes en todos y cada persona, y depende de la circunstancias para responder de manera descontrolada y dañina. Un leve choque, un embotellamiento puede ser motivo suficiente para atacar al otro, incluso causándole la muerte.
Algunos comportamientos pueden ser considerados normales, pero otros son tremendamente patológicos, como lo saben muy bien los psicólogos.
El instinto de supervivencia, la violencia psicópata y sociópata, las emociones descontroladas como ira, enojo, rabia y deseos de venganza, así como la frustración, envidia, sentimientos de injusticia, son algunos detonadores de violencia, en sus múltiples manifestaciones.
Las mismas críticas en redes sociales están cargadas de violencia verbal, como las que ahora hacen en contra de la alcaldesa acapulqueña.
Si algo ofrecen las redes sociales es la facilidad para descargar la ira, el enojo, las frustraciones, y la impotencia.
Las redes como catalizadoras de violencia y canales para la catarsis personal y colectiva cotidiana.
Lo cierto es que la demanda de la población acerca de parar los hechos de violencia criminal o del narco en Acapulco es fundada, pero jamás van a poder detenerla si las instituciones federales no hacen la labor que deben realizar, y la policía municipal claro está, que por número y por capacidad, tampoco va a dar los resultados que todos esperan, terminan con un fenómeno estructural que tiene décadas instaurado en el país.
Pero también hay que decirlo, en el puerto y en todo el país no debería haber tantos actos de violencia si cientos de habitantes de este lugar no pertenecieran a las bandas del crimen organizado o tampoco pertenecieran a la delincuencia común.
También los hay aquellos que siempre critican al gobierno de que no hacen nada para combatir los carteles de la droga pero son parte de la demanda al usar estas sustancias en su diario vivir.
Algunos jefes de familia se llenan de orgullo cuando sus hijos ingresen a la cultura de las drogas y el sicariato, una cultura de la violencia y la muerte.
Hace falta recuperar el sentimiento de pertenencia a una comunidad y reconocer los lazos que unen a los acapulqueños, sus valores, tradiciones, historia, mitos, ritos y símbolos, englobados en una cultura.
El reto debería ser de todos, lograr que todos o la mayoría se sientan parte de una familia, integrada a un barrio o una colonia, donde existan lazos de solidaridad, hermandad, reconocimiento, y respeto.
Donde se compartan tradiciones, ideas, proyectos, sueños, rituales, etc.
Esas relaciones significativas son las que fortalecen a la comunidad, a la familia, al barrio y la ciudad.
Justamente eso es lo que se ha roto inevitablemente, por lo que apostar a que la policía erradique la violencia no deja de ser una utopía, pues se necesita la participación decidida de todos aquellos que sienten el compromiso social de recuperar lo perdido y sanar lo que se ha fracturado en la sociedad acapulqueña.
Algo sin duda difícil de lograr, porque es más fácil encender la computadora y lanzar críticas, burlas, agresiones y memes en contra de las autoridades a comprometerse en favor de la comunidad.