• La avenida Ruiz Cortines y sus mil historias
Por Kenia Guzmán
Primero se escucharon seis disparos secos. Luego otros tres. Después otros más. Ya no supe cuántos fueron en total. Pero fueron muchos, que la gente creyó que era una balacera, enfrentamiento o lo que pudiera ser. Los disparos fueron contundentes. La gente salió rápido por sus azoteas a ver dónde había sido. Nunca nos imaginamos que el motivo de dicha balacera era sólo por acribillar una pobre chica de 18 años, que caminaba esa tarde por la cálida banqueta de la avenida Ruíz Cortines.
A las 6 de la tarde, cuando el sol ya estaba a punto del ocaso, se topó con la muerte en la fatídica colonia La Laja. A las dos horas, su foto ya estaba en un blog de nota roja. Mucho antes ya habían comentado en las redes que se trataba de una muchacha.
Delgada, de piernas flacas con un short diminuto y de cabello largo, ahí quedó tendida en un charco de su propia sangre, aún espesa y púrpura.
Dicen que era de La Quebra, que andaba en malos pasos. Que era una chica rebelde. Se supo al otro día entre el vecindario que la reconoció. Lo cierto es que no merecía una muerte de ese tamaño. Al otro día su sangre seca fue cubierta con una arena amarilla. Al tercer día amanecieron unas preciosas flores blancas y rojas en forma de cruz donde ella cayó fulminada.
¿Cuántos muertos ha habido en La Laja desde hace 10 años? , me preguntó alguien, pero no le supe contestar. “Un chingo”, dijo alguien que estaba cerca de mí.
La gente que vive por este rumbo ya se ha acostumbrado a ver los asesinatos de cerquita. Las balaceras en la Ruíz Cortines son a menudo. De madrugada, en la mañana, al mediodía, de tarde y de noche se escuchan balazos de todos los calibres.
De momento la gente se espanta, corre. Se protegen en lugares seguros, según ellos. Se tiran al piso. Unos negocios cierran en ese rato. Otros ya no. Están vendiendo y viendo el “chisme”. De noche la gente se acurruca en sus camas, se abraza. Protege a sus hijos. Pero ya no salen.
La gente de por aquí ha tomado sus precauciones. Ya no salen de noche. Ya no beben, ni hacen escándalos. Ya no ponen música a todo volumen. Es rara la casa y el día donde hay alguna fiesta estruendosa. Ya no es como antes, que se amanecían en los patios, en las calles bebiendo. Ahora están un rato en la fiesta y se retiran temprano a sus hogares. Los que hacen escándalo son acallados por sus propias familias.
Después de que oscurece, a las 7 de la noche, ya no se escucha nada de ruido, más que algunos ladridos de perros, de las sirenas de las ambulancias, de los carros pesados que transitan después de esa hora. Ya ni los urbanos se escuchan con su clásica música reggetonera.
La Ruíz Cortines y la Cuauhtémoc son vialidades solitarias entrando la noche. A las 6 de la tarde cierran casi todos los negocios. A esa hora la mayoría de los vecinos de estas colonias aledañas ya están en casa, listos para descansar, si es que ya cenaron. Los bolilleros son tal vez hasta ahorita los más valientes de andar por estas calles.
“Han matado a muchos ya. Se está quedando sola esta colonia”, me dijo un muchacho al comentar sobre los muertos que ha habido últimamente por aquí.
¬-Ahorita ya te matan por todo, me dijo una señora de una lonchería de esta populosa avenida.
-Dicen que por cinco mil pesos puedes mandar matar a quien quieras, ¿Cómo ves?.
Hay chamacos de 15 años en La Zapata, que matan hasta por 3 mil pesos, me comentó una lideresa perredista de esa zona. “Tienen hambre. La gente de por aquí tienen hambre y no hallan la forma de obtener el dinero. Por eso se prostituyen, por eso se meten de sicarios los chamacos..”, “Yo le he dicho a los políticos que vienen por acá: no se hagan pendejos, la gente quiere comer, la gente necesita de programas sociales, de dinero…”. “Para que esto termine está muy difícil porque hay mucha pobreza, hay mucha gente necesitada que no encuentra salidas, no encuentra buenos trabajos, porque son gente sin preparación y pues la única salida es la delincuencia que les dice: te doy cinco mil semanales, pero cada semana te tienes que echar uno”.
Ese es el caldo de cultivo, del pan muerto de cada día en La Laja y a lo largo de la Ruíz Cortines.
Cada cien metros de esta prolongada avenida ha caído un acapulqueño acribillado por el crimen organizado, sino es que ha sido un negocio rafagueado, quemado, cerrado por las constantes extorsiones. Comerciantes del mercado que también han sido abatidos por no pagar la cuota.
Esta es la avenida Ruíz Cortines, antes llamativa, acalorada por los urbaneros y su música escandalosa, sus cantinas rebosantes de borrachos. Su parque lleno de viejitos y gente de la segunda edad.
Una avenida más bien parecida a un mercado de día y un cementerio de noche, donde metro a metro se recuerda a un caído o caída. La avenida está llena de pequeñas crucecitas de fierro, cubiertas flores y veladoras.