- Norma Otilia, sus frentes de batalla
Por Roberto Santos
Hay que insistir, es momento en que la presidenta de Chilpancingo tome un momento de reflexión.
Su activismo no le ha permitido escuchar otras voces, que no sea la suya.
Habrá que recordar que todo político debería tener su cauda de humildad y sencillez para despojarse de ideas que a veces se tienen de sí.
Es decir, deben despojarse del ego, que no les permite escuchar consejos ni críticas.
El ego no permite que el político tenga real conciencia de la realidad y le obstruye la visión de las situaciones, destruyendo la cohesión de los equipos, terminando por alejar a las personas de confianza.
Y ellos de la gente.
Solo son unos días de iniciado el gobierno municipal de Norma Otilia y ya trae varios frentes de batalla, algunos involuntarios y otros promovidos por ella y sus funcionarios.
El primero es el que trae en contra del expresidente municipal, Antonio Gaspar Beltrán, a quien han señalado de haber dejado la mayoría de cámaras de seguridad inservibles y de faltantes de recursos, en cantidades mayores de las que él mismo ha reconocido.
Como el expresidente no está mudo ni impedido, ha salido a confrontar tales dichos.
No hay que olvidar que Gaspar Beltrán terminó con alta aceptación ciudadana, y que al fragor de estos señalamientos su imagen puede crecer a la vez que la de la presidenta puede bajar.
El expresidente una y otra vez ha dicho que se pone a sus órdenes para toda aclaración, pero se ignora quien de su equipo prefiere mejor intentar agarrarlo de costal para pegarle en sus mañaneras, cuando el procedimiento de revisión de cuentas tiene sus pasos y mecanismos legales.
El otro frente que trae es con el obispo Salvador Rangel, quien dice que no es recibido por la presidenta municipal.
“No quiere hablar conmigo, dice el obispo, quien señala que tiene información de que recibió dinero del narco para su campaña.”
Cierto o no lo dicho por monseñor, estas afirmaciones van en contra de la imagen y de la credibilidad de Norma Otilia.
Hoy, las mismas vendedoras que están en el zócalo se quejan de lo caro que les cobran por ofrecer sus productos y hay quienes aprovecharon para acusarla de no pagar unos vestidos artesanales. ¡Pero qué necesidad!, dice el clásico.
La debilidad mostrada cuando señaló que “la seguridad no es obligación de las instituciones”, puede ser aprovechada por otros vivillos, que son señalados de estar coludidos con la delincuencia.
Porque ya salió el dirigente de la UPOEG, Bruno Placido Valerio quien hizo el llamado para que renuncie y que los recursos lleguen directo a las comunidades para que se les capacite y equipe.
Bruno anunció que con 500 personas van a irrumpir en Acapulco para detener a una banda huachicolera, cuando no está en sus funciones hacerlo, y debería denunciar esta práctica ante las autoridades correspondientes.
En Acapulco no son bien vistos ni aceptados.
Lo mismo pasa en Chilpancingo, donde la población difícilmente aceptaría su dicho de que las autoridades deberían dejarse ayudar.
Al menos no por la UPOEG, grupo que está señalado de tener ligas con grupos criminales.
Mejor rascarse con las propias uñas que aceptar a la UPOEG como acomedidos.