• Guerrero requiere justicia pronta y expedita
• Adela: la elección del nuevo presidente del TSJ
EN UN SISTEMA DE GOBIERNO COMO EL NUESTRO, los tres poderes públicos son fundamentales, de tal forma que ninguno es más que otro, a pesar de sus facultades y funciones, y a pesar, también, de la forma en que se eligen. En este sentido, si bien al Ejecutivo y el Legislativo pueden llegar a encabezarlo ciudadanos con las más distintas profesiones, e incluso, sin tener ninguna de ellas, para ser titular del Judicial, e integrarlo en cualquiera de sus áreas, se requiere de profesionales del Derecho.
Y es que no es cualquier cosa administrar justicia, de ahí que en teoría deben ser los mejores profesionales del Derecho quienes deben integrarlo, más allá de recomendaciones, de compadrazgos e intereses políticos, de partido, económicos o de otro tipo. Y es que los tiempos son otros y éstos exigen poderes públicos fuertes y autónomos que resistan las embestidas de los otros poderes, incluidos los poderes fácticos.
Así pues, en la víspera de la elección del nuevo presidente del Tribunal Superior de Justicia, debe recalcarse que en el Poder Judicial se requiere, además del más capaz, preparado profesionalmente, y con la mayor experiencia posible, a quien tiene el mayor compromiso con la administración de la justicia, y consecuentemente, con la aplicación de la ley en beneficio de los guerrerenses, y que además, tenga criterio propio.
En este sentido, sin menospreciar los méritos de los otros aspirantes al cargo de presidente del TSJ, quien tiene las mejores prendas para dirigir al Poder Judicial es la magistrada Adela Román Ocampo, quien además de tener la mayor experiencia posible en la impartición de justicia, es quien tiene la mejor visión de lo que debe ser el citado Poder Judicial.
Hay que decirlo. No se trata de elegir por elegir. Se trata de que quien llegue a la titularidad del Poder Judicial tenga un compromiso irrestricto con la ley y la justicia, y en consecuencia, con los guerrerenses. Se trata de que responda a éstos, más que a quien gobierna o lo haya recomendado. Se trata, también, de construir, desde ahora, un Poder Judicial que esté a la altura de los mejores del país y del mundo.
Se trata, indudablemente, de hacerle justicia a cientos y cientos, o mejor dicho, de hacerle justicia a miles y a miles de guerrerenses que se encuentran en las cárceles del estado sin que estén condenados, por el simple hecho de que jueces y ministerios públicos no hacen su trabajo como es debido para condenarlos o liberarlos. Y es que no es posible que en los penales de Guerrero haya reos con hasta 10 años o más por el burocratismo de quienes tienen la responsabilidad de procurar y administrar justicia.
Por todo ello, la magistrada Adela Román debiera ser elegida como titular del Tribunal Superior de Justicia; no hacerlo es dejar escapar la oportunidad de renovar, oxigenar y fortalecer al Poder Judicial. Sería además un mensaje de que las mujeres, en estos nuevos tiempos, también pueden hacerlo y muy bien.
Sería la oportunidad de limpiarlo de malas prácticas, de evitar que los mismos jueces y magistrados comerciaran con la justicia, y evitar, por supuesto, que haciendo uso del cargo, cometieran injusticias como el no pagar deudas, por citar un ejemplo.
La justicia, dicen, debe ser pronta y expedita. Con Román Ocampo, puede cumplirse este sueño.
En fin. Mientras el Ejecutivo y el Legislativo son elegidos por el voto directo del pueblo, en el Poder Judicial son los propios magistrados los que eligen a quien los encabeza. Se supone que, contrario a los que son elegidos popularmente, en el Tribunal Superior de Justicia hay un voto conciente, responsable y comprometido con la justicia y los guerrerenses.
Tienen pues, los magistrados, la oportunidad de elegir libremente.
MIENTRAS TANTO, LA VIOLENCIA en el estado sigue aumentando. Acapulco se ha convertido en un foco rojo que pone en peligro las vacaciones de fin de año, mientras la alcaldesa presume que el pueblo la ama, a pesar de la inseguridad pública, la cual ya es preocupante, pues han vuelto los descuartizados, algo que parecía del pasado.
Y en Chilpancingo…. ¡¡¡Ah, Chilpancingo!!!
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