Mesa de centro

Profeco Guerrero; al servicio de los consumidores?

Por: Armando Ventura

Sería  el año de 1996 o 97 -no recuerdo bien- cuando un buen amigo -que en esa época trabajaba en la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco)- me invitó a jugar un cuadrangular de futbol en la cancha de la Unidad Deportiva Acapulco. El me invitó porque sabía que yo jugaba en varios equipos y a él no le agradaba el futbol pues su pasión era el buceo. Acepté con gusto al comentarme que después de terminar el cuadrangular habría convivio con cerveza y comida incluida.
Llegado el día del partido, al estar en la cancha me encontré con mi amigo y sus compañeros de trabajo –algunos siguen todavía allí- y en ese momento en que nos daban los uniformes, al Delegado de la Profeco –de quien omitiré su nombre- le pregunté quiénes serían los otros tres rivales del cuadrangular, respondiéndome que serían los representantes de las gasolineras, gaseras y de la industria de la masa y las tortilla. Tengo que reconocer que mi amigo no se equivocó pues se ofreció un festín que pocas veces se da en un campo de juego. A la fecha, no recuerdo quién ganó el cuadrangular, pero me imagino que los que se alzaron con la copa –y con la bendición de la Profeco- fueron los empresarios.   
Comento lo anterior porque si bien es cierto que el espíritu del legislador de 1917 fue el de crear derechos que regularían la convivencia armónica entre gobierno y gobernados, al crear instituciones que se consagraran a hacer cumplir dichas disposiciones, algunas de esas creaciones no han cumplido cabalmente su función; entre ellas, una de las más nuevas –a pesar de los muchos años que lleva en funciones- es la Procuraduría Federal del Consumidor.
Lo anterior surge a raíz de que se ha hecho cotidiana la quejas por parte de los ciudadanos que nos vemos inmersos a la voluntad de grandes consorcios, empresas, establecimientos mercantiles y a los entes públicos paraestatales de gobierno –CFE, PEMEX Y CAPAMA, por mencionar unos ejemplos- que ofrecen bienes y servicios para –pretender- disfrutar la comodidad de los mismos ya adquiridos.
Todos somos consumidores sin excepción, pero muy pocos recibimos el trato amable y la justicia administrativa que debería impartir esa procuraduría. La Profeco se distingue no precisamente por otorgarle el respaldo y cobijo al consumidor (si en verdad entendemos que precisamente para eso fue creada) sino todo lo contrario, ya que ha sido muy recurrente el desencanto de los consumidores, por parte de los grandes establecimientos, por los malos servicios otorgados. Sin embargo, es más triste saber que la institución federal, creada para la defensa de sus derechos, se prostituye al mejor negocio mercantil que se digna a comparecer ante esa instancia. 
Ejemplos, hay muchos; sólo basta ver las grandes quejas que realiza la sociedad guerrerense, y particularmente de Acapulco, cuando en los casos contra la Comisión Federal de Electricidad, gasolineras y CAPAMA opera por parte de los empleados de la autoridad administrativa la opacidad y desgano, porque lo único que atinan a decir es: “Tienen que pagar o ir a un tribunal competente”. Esa siempre es y será su respuesta; no tocan a los prestadores de servicios públicos, por obvias razones, a pesar de que la Profeco también fue creada como organismo público, dejando al consumidor con la tristeza e impotencia de no poder hacer nada en contra de las grandes empresas del gobierno y de las particulares también. Por ello, es más grande el sentido de impotencia y desencanto cuando la autoridad a la que recurrieron por ayuda y protección de sus derechos…les da la espalda.
Todo lo escrito líneas arriba pudo ser corroborado por el que esto escribe cuando acudí a esa delegación estatal en la primera semana del mes de febrero – de este año que trascurre- para presentar una simple queja por escrito y que sólo requería el sello de recibido en mi acuse; sin embargo, al llegar exactamente antes de las nueve de la mañana, me llevé una desagradable sorpresa, pues el módulo para registrarse ya no estaba en el pasillo al interior de la delegación, ni tampoco había libre acceso a las sillas que estaban colocadas en el estacionamiento para la gente que asistiera a esperar su turno permaneciera sentada, como ocurrió hasta el año pasado. Enterándome por el personal de dicha procuraduría que esas acciones eran por indicaciones y deseos del nuevo encargado de esa dependencia federal -presuntamente llamado  EDGAR– para evitar contagios; según él, por el semáforo rojo.
En mi tiempo de espera, pude ser testigo del cansancio de aproximadamente doce personas –la mayoría de la tercera edad- que estaban haciendo fila en la vil banqueta –bajo los inclemente rayos de sol-, esperando que las llamaran; escuchándolas quejarse de sus pies y rodillas por estar de pie por varias horas a pesar de que en el estacionamiento de la delegación -en plena sombra- había como diez sillas apiladas en el patio; una canallada. Aunque reconozco que al momento de escribir esta columna ya pusieron una lona color verde de 2 por 2 metros, pero igual está en la vía pública y el martirio es el mismo.
En lo que a mí respecta, yo no toleré estar esperando mi acuse de recibido en la banqueta bajo el rayo del sol y preferí pasar al estacionamiento y coger una silla para esperar en la sombra ante la feroz mirada del “Bodyguard” de la Profeco, situación que fue aprovechada por dos señoras de la tercera edad para pasar junto conmigo.
Siendo en ese preciso momento que del interior de la dependencia salió un hombre de estatura baja -pero con un gran ego- para decirles que salieran del patio de la dependencia, atinando el par de señoras a decir con pena: “Sólo vinimos a preguntar”; y el funcionario que está para defenderlas y auxiliarías sólo les dijo: “Sálganse, no pueden estar aquí” acompañándolas a la puerta del estacionamiento para inmediatamente cerrarla; no mostrando ni un ápice de empatía y comprensión hacia ellas. Esa es la clase de funcionarios públicos que tenemos y a quienes les pagamos su sueldo; y de quien pude averiguar que le dicen “licenciado Genero”.   
Una vez que “corrió” al par de señoras y cuando regresaba a la comodidad de su oficina con aire acondicionado, se detuvo frente a mí y me dijo: “Quién le dio permiso de estar aquí”, respondiéndole: “LA CONSTITUCIÓN ME DIO PERMISO, PUES ES UNA DEPENDENCIA PUBLICA”; atinando solamente a meterse a la oficina mientras el guardia de seguridad apresuradamente le abría la puerta.
Después de ese evento, de forma inmediata el guardia de seguridad me regresó mi documentación –pues al parecer ningún funcionario se digna a salir de su zona de confort- arguyendo que faltaban otro documento, lo cual era totalmente falso, demostrando con ello que el personal jurídico de esa delegación –incluyendo al señor GENARO-  aparte de indolentes e inhumanos son imberbes e ignorantes de la ley. Ya que la función de dicha procuraduría es –le dije al guardia de seguridad, con quien no tengo ningún problema- recibirme la queja por obligación constitucional y si estaba mal o faltaba un documento tendría que notificármelo por escrito y no por medio de un guardia de seguridad que no sabe de leyes, a quien no culpo tampoco pues al parecer quien le dio la instrucción…tampoco conoce la ley.
Ante mi inconformidad, solicité ver al encargado de la delegación –EDGAR- , pero me comentaron que aún no se encontraba a pesar de ser alrededor de las diez con cuarenta minutos de la mañana y que dicho sujeto tenía por costumbre llegar alrededor del mediodía por si quería esperarlo. De pronto, de una mesa de conciliación salió una persona de apellido ROQUE, quien atinadamente me preguntó: ¿Cuál es el problema Lic.? Contestándole lo que con anterioridad le había dicho al “Bodyguard” y de manera rápida revisó mi queja y atinó a decirme: “En estos momento le traigo su acuse”, situación que sólo duró menos de dos minutos –obviamente él si conocía la ley-, Finalizando nuestra conversación y percatando el que esto escribe que muchos funcionarios que están ahí se encuentran por amiguismo o zalamería, sin ninguna pizca de conocimientos jurídicos y de forma particular la encargada de la jefatura del Departamento de Servicios, de apellido TREJO GONZALEZ.
Por ello, celebro que el Presidente de la República no cumpliera su promesa de campaña de dotar con más poder a la Profeco, para que tenga fuerza de ejecución y resolver en esa instancia las quejas de forma definitiva, porque ese poder –si se otorgara- sería para la autoridad administrativa únicamente para sacar más beneficios propios a costa de los proveedores como ha existido en varias décadas -para no causar extrañeza- en perjuicio y agravio de los ya de por sí sufridos, impotentes y desprotegidos consumidores. Es cuanto:.
 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *