- Que Dios se los pague
Por Jacko Badillo
Quienes hemos adoptado el altruismo como una forma de vida y experimentado esa maravillosa satisfacción de hacer algo por nuestros semejantes, conocemos no solamente el esfuerzo que significa desprenderse de algo material para dárselo a quien más lo necesita, sino también hemos tenido la oportunidad de percibir lo que es la necesidad reflejada en los rostros de mucha gente que, aún en condiciones normales, amanece sin nada para poder comer.
Cientos, quizá miles de historias hemos recogido el equipo que integra la asociación civil JACKOmienza y un servidor en colonias populares, barrios y comunidades rurales, a donde hemos llegado con la poca o mucha ayuda que podemos llevar. Experiencias como las de ancianos abandonados por sus hijos, familias con niños discapacitados, madres solteras que quedaron esperando al esposo que se fue en busca del sueño americano y quizá lo encontró, pero ya nunca regresó, o simplemente gente que no ha tenido una oportunidad para desarrollar su potencial productivo.
Son realidades que laceran a muchos de nuestros paisanos y que ahora, enmedio de esta emergencia sanitaria y económica que nos está afectando a todos los sectores sociales, se recrudecen y nos hacen entender que esa generosidad benefactora tiene que multiplicarse, pues si de por sí la situación para esas familias era crítica, ahora es hasta dramática.
De antemano sabemos que todos los esfuerzos que se hagan desde el sector gubernamental, iniciativa privada, asociaciones civiles, grupos organizados o de manera individual, serán insuficientes para atender a la totalidad de la población necesitada; sin embargo, nos da gusto que ante la pandemia estén surgiendo personas que, al igual que nosotros que lo hemos venido haciendo desde hace muchos años, comparten humanitariamente ayuda, y eso hay que aplaudirlo, más si se trata de recursos propios, como es y siempre ha sido el caso de JACKOmienza.
Ojalá y este tipo de personas caritativas, piadosas, se multiplicaran y no fueran solamente en tiempos de emergencia; hay familias, insisto, que viven permanentemente en la necesidad y un poco de ayuda, algo que les sirva para satisfacer sus necesidades más elementales mientras encuentran cómo enfrentar la vida de mejor manera, siempre será bien recibida.
Nada mejor que observar la sonrisa de un niño con un juguete nuevo, por muy modesto que sea; o el rostro de una madre recibiendo apoyo alimentario con el que sabe tendrá para dar de comer a sus hijos al día siguiente. Sigamos apoyando a quien más lo necesita. De corazón, Dios se los pague.
Mientras tanto… ¡Jálalo que es pargo!