- Culiacán: Una batalla, no la guerra
Por Jacko Badillo
Si me hubieran preguntado el día que ocurrieron los hechos, si estuvo bien o mal que las fuerzas federales hayan liberado a Ovidio Guzmán López, a quien identifican como «Chapito», hijo del narcotraficante preso en Estados Unidos, Joaquín El Chapo Guzmán Loera, de primera instancia hubiera respondido: mal.
Soltar a un delincuente cuando ya está asegurado, no solamente es algo ilógico, sino fuera de toda legalidad; está incluso penado por nuestras leyes, las mismas que establecen que quien ordene o facilite la fuga de un reo debe ser castigado con cárcel. Y Ovidio, por cuanto a que pesa sobre el orden de aprehensión, era ya, al ser detenido, un reo.
Ahora, con la cabeza fría y analizando todos los escenarios, si me dicen que fue liberado para evitar que una horda de delincuentes desalmados, que tomó de rehenes prácticamente a todos los ciudadanos de Culiacán, y en especial a familiares de soldados que habitan en un fraccionamiento militar, cometieran asesinatos masivos en represalia por la captura de uno de sus jefes, lo entiendo y me uno a las voces que admiten que se hizo lo correcto.
Sin embargo, lo que sí queda claro es algo que en muchos foros y en este mismo espacio he venido reiterando: Para combatir a la delincuencia organizada se requiere no solamente armamento sofisticado y elementos bien entrenados, como los que tienen la SEDENA, SEMAR, Policía Federal o Gendarmería, ahora agrupados en la Guardia Nacional, sino además planeación, estrategia y, sobre todo, inteligencia.
No se puede seguir combatiendo el grave problema de violencia e inseguridad que padecemos prácticamente en todo el territorio nacional con estrategias de hace 20 años. Parece que se nos olvida que además de la artillería y las labores de inteligencia, tenemos también la tecnología que vía satelital nos puede ayudar a localizar al enemigo, cortarle todas las salidas y proceder. No dudo que el gobierno está en vías de utilizar todo lo mencionado; démosle tiempo.
Culiacán fue una operación fallida por parte del gabinete de seguridad, no así del Presidente Andrés Manuel López Obrador, hay que identificarlo como es, fue la mejor decisión haber optado por no exponer más vidas, ya que en estricta teoría un Presidente toma decisiones derivado de los planteamientos que sus colaboradores le presentan, el escenario que le fue expuesto ya estaba perdido desde el inicio; sin embargo, me parece que es buen momento para que el gobierno vaya con todo contra esas bandas de delincuentes que tanto daño han ocasionado. Los hechos en Sinaloa deben dar pie a un replanteamiento en la estrategia de seguridad. A final de cuentas, y concediendo algo de razón a quienes opinan en contrario a la liberación del «Chapito», podemos decir que se perdió una batalla, más no la guerra.
Mientras tanto… ¡Jálalo que es pargo!